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Con Alfonso IX se inician las obras de amurallamiento culminadas por [[Alfonso X]]. El contorno de la muralla delimita un núcleo ciudadano que sin excesivas modificaciones subsiste hasta fechas muy recientes. Fuera de la muralla quedaban los arrabales y varios monasterios fundados por las órdenes mendicantes a lo largo del siglo, como el de los franciscanos y el de las clarisas, mientras la futura catedral, la [[iglesia de San Tirso]] y el [[Monasterio de San Vicente]] quedaban en su interior. Los oficios artesanos se organizan en cofradías, siendo la más importante la de los alfayates o xastres, que fue dotada económicamente por [[Velasquita Giráldez]], pasando a ser conocida con el nombre de esta noble que con el paso de los años derivaría en la [[Balesquida]]. Otras cofradías eran la de zapateros, plateros, peleteros, hortelanos, alabarderos... etc. La regulación del trabajo la llevaba a cabo el municipio, no las cofradías, a través de Ordenanzas, siendo la situación social de los trabajadores urbanos y de los siervos rayana en la miseria. Prueba de ello son la epidemias que se suceden en aquellos años: lepra, pelagra; se conservan unas Ordenazas del año 1274 donde se dispone que los leprosos sólo podían entrar en Oviedo una vez al año, durante el día de la Cruz y únicamente hasta el medio día.
 
Con Alfonso IX se inician las obras de amurallamiento culminadas por [[Alfonso X]]. El contorno de la muralla delimita un núcleo ciudadano que sin excesivas modificaciones subsiste hasta fechas muy recientes. Fuera de la muralla quedaban los arrabales y varios monasterios fundados por las órdenes mendicantes a lo largo del siglo, como el de los franciscanos y el de las clarisas, mientras la futura catedral, la [[iglesia de San Tirso]] y el [[Monasterio de San Vicente]] quedaban en su interior. Los oficios artesanos se organizan en cofradías, siendo la más importante la de los alfayates o xastres, que fue dotada económicamente por [[Velasquita Giráldez]], pasando a ser conocida con el nombre de esta noble que con el paso de los años derivaría en la [[Balesquida]]. Otras cofradías eran la de zapateros, plateros, peleteros, hortelanos, alabarderos... etc. La regulación del trabajo la llevaba a cabo el municipio, no las cofradías, a través de Ordenanzas, siendo la situación social de los trabajadores urbanos y de los siervos rayana en la miseria. Prueba de ello son la epidemias que se suceden en aquellos años: lepra, pelagra; se conservan unas Ordenazas del año 1274 donde se dispone que los leprosos sólo podían entrar en Oviedo una vez al año, durante el día de la Cruz y únicamente hasta el medio día.
 
La inestabilidad política de la Castilla del siglo XIV se dejaría sentir especialmente en Asturias por ser [[Enrique de Trastámara]], bastardo de Alfonso XI, ahijado y heredero de Rodrigo Álvarez de las Asturias. Al contraer matrimonio Enrique en Sevilla, 1350, sin el consentimiento de su hermanastro [[Pedro I]], hubo de refugiarse en sus señoríos asturianos. El [[Luis Alfonso de Carvallo|padre Carvallo]], basándose en el [[''Memorial del abad don Diego'']], cuenta que Enrique pensó en apoderarse de Oviedo, gobernada en ese momento por [[Diego Fernández de Oviedo]], quien le ofreció alojarse en las torres de la ciudad con la idea de caer sobre él con su gente y encarcelarlo para entregárselo al Rey. Apercibido Enrique de las intenciones del gobernador, buscó refugio en su casa fuerte de Noreña, marchando después a Gijón, donde esperó a Pedro I para solicitar su perdón. Es posible sin embargo que Enrique protagonizase alguna acción violenta, a tenor de un diploma conservado en el Archivo de la Catedral, datado en 1352, que da cuenta de la donación de un solar ocupado por una casa que habría sido destruida por Enrique. Enrique de Trastámara conseguirá finalmente convertirse en Enrique II al derrotar y dar muerte a su hermanastro en el Castillo de Montiel (Se ponía así fin a una disputa sucesoria que acabó convirtiéndose en un apéndice de la Guerra de los Cien Años al intervenir Inglaterra y Francia en apoyo de Pedro I y de Enrique respectivamente).
 
 
Asturias vuelve a convertirse en escenario de conflictos bélicos pocos años después de consumado el cambio dinástico, de la mano de [[Alfonso Enríquez]], conde de Noreña e hijo ilegítimo de Enrique II. Alfonso Enríquez hereda de su padre el señorío de Noreña y otras posesiones Asturianas, desde ellas se sublevará en repetidas ocasiones contra su hermanastro [[Juan I]] y contra su sobrino [[Enrique III]]. Su última revuelta tendrá lugar en 1394: Alfonso logró controlar Oviedo dejando allí a partidarios suyos mientras él permanecía en el barrio de la Vega, el Doliente manda entonces desde León a varios caballeros asturianos que recuperaron la plaza obligando a Alfonso a buscar refugio en Gijón. El padre Carvallo se ocupa también de este episodio, sirviéndose de nuevo del [[''Memorial del abad Don Diego'']], y cuenta como los vecinos Oviedo, habiendo acogido a Alfonso, al saber que sus intenciones era rebelarse contra el rey se soliviantan y marchan contra la fortaleza de la Vega en que se encontraba el conde, obligándolo a huir. Precisamente para hacer frente a los atropellos de este conde de Noreña se crea una asamblea formada por representantes de los diversos concejos de Asturias, de la Iglesia y varios próceres, que constituirá el primer precedente de la [[Junta General de Principado de Asturias]], creada diez años después, 1388, por Juan I para afianzar su dominio sobre las tierras asturianas.
 
 
La fuentes documentales dan cuenta de las numerosas hambrunas que asolan Asturias durante los últimos siglos de la edad Media, a las que hay que añadir una epidemia de peste negra, cuya incidencia sobre las tierras ovetenses se documenta en 1362 a través del testamento de unos vecinos de Casielles, en la parroquia de San Juan del Priorio. Es muy probable que hacia 1349 y hacia 1383 hubiese otros dos brotes de peste en Oviedo.
 
  
 
En los postreros años del siglo XIV dan comienzo las obras de la actual [[Catedral de Oviedo]], la mayor parte de las cuales se realizaron durante el siglo siguiente. Durante este siglo se producirán numerosos conflictos de la monarquía castellana con la nobleza regional y local, lo que unido a las ambiciones del Duque de Lancaster acabará dando lugar a la institución del [[Principado de Asturias]].
 
En los postreros años del siglo XIV dan comienzo las obras de la actual [[Catedral de Oviedo]], la mayor parte de las cuales se realizaron durante el siglo siguiente. Durante este siglo se producirán numerosos conflictos de la monarquía castellana con la nobleza regional y local, lo que unido a las ambiciones del Duque de Lancaster acabará dando lugar a la institución del [[Principado de Asturias]].

Revisión de 10:16 16 nov 2007

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Oviedo

Ciudad del norte de España (43º22'N, 5º50'O) y concejo del mismo nombre.

Es la capital de la comunidad autónoma del Principado de Asturias y ha tenido un destacado papel en la historia de España como sede regia del primer núcleo de La Reconquista. Tres ciudades americanas situadas en Paraguay, la República Dominicana y La Florida en los Estados Unidos, fueron bautizadas con su mismo nombre varios siglos después.

Concejo

El concejo de Oviedo se sitúa en la zona central de Asturias, una posición estratégica en el dintorno de la región, cerca de la intersección entre las antiguas calzadas romanas que la atravesaban en dirección Norte-Sur y Este-Oeste, que ha determinado su capitalidad desde la época de Alfonso II, el Casto y consiguientemente su crecimiento demográfico y el engrosamiento de su patrimonio artístico, uno de los más importantes del Principado, en el que descuellan sus restos prerrománicos.

Está comprendido entre los 43º16’45” y 43º25’38” de latitud Norte y los 2º03’16” y 2º19’46” de longitud O del meridiano de Madrid. Limita al Norte con el concejo de Llanera, al Sur con los de Santo Adriano, Ribera de Arriba y Mieres, al Este con los de Siero y Langreo y al Oeste con los de Grado y Las Regueras.

Lo integran cincuenta y un parroquias, veintinueve de ellas rurales y las veintitrés restantes urbanas, que agrupan un total de trescientos núcleos poblacionales entre caserías, lugares y aldeas.

Las parroquias rurales son: Santiago de Agüeria, Santa María de Bendones, Santa María de Brañes, San Juan de Caces, Santa Eulalia de Colloto, San Esteban de las Cruces, San Tirso de Godos, Santo Tomás de Latores, Nuestra Señora de la O de Limanes, San Bartolomé de Loriana; Santiago de la Manjoya, Santa Eulalia de Manzaneda, Santa María de Naranco y San Miguel de Lillo (hoy unidas), San Pedro de Naves, San Pedro de Nora, San Pelayo de Olloniego, San Cipriano de Pando, San Martín de Pereda, Santa Marina de Piedramuelle, Santa María de Pintoria, San Juan de Priorio, San Pelayo de Puerto, Santa María de San Claudio, San Esteban de Sograndio, Santa Teresa de Soto,Santa María de Trubia, San Julián de Box o Tudela Veguín, San Nicolás de Udrión y San Vicente de Villapérez.

Las parroquias urbanas son: San Tirso el Real, San Isidoro el Real, San Juan el Real, Santa María la Real de la Corte, Santo Domingo de Guzmán, San Lázaro del Camino; San Francisco de Asís, Nuestra Señora del Carmen, Corazón de María, San Julián de los Prados, La Sagrada Familia de Ventanielles, Natividad de Nuestra Señora, San Francisco Javier de la Tenderina, Nuestra Señora de Covadonga, San José de Pumarín, San Juan Bautista de la Corredoria, Nuestra Señora de la Merced, Santos Apóstoles, Santo Cristo de las Cadenas, San Pedro de los Arcos, San Pablo de la Argañosa, San Antonio de Padua y San Melchor.

Su condición de capital de la Comunidad Autónoma de Asturias y su situación hacen de Oviedo un importante nudo de comunicaciones: de la ciudad de Oviedo arranca el brazo sur de la Autopista Y, principal arteria de la región que comunica Oviedo con Avilés y Gijón. También atraviesan el concejo la A-66 o Autovía de la Plata, que discurre hacia el Sur por Mieres hasta el Huerna y las tierras leonesas, la N-630 que lleva al Puerto Pajares a través de las cuencas mineras, la A-64 que enlaza con Pola Siero y Villaviciosa, donde entronca con la Autovía del Cantábrico, la N-64 que conecta Asturias con Galicia y Cantabria; por último, el concejo es atravesado por varías carreteras regionales como la antigua carretera de Gijón, As-18, la AS-243 al sudeste del territorio ovetense, las AS-242, AS-322 y AS-228 al Sur y la AS-232 al Noroeste.

Geomorfología

Oviedo se sitúa sobre una zona oblonga y deprimida que avanza paralela a la costa y se extiende por el Este hasta Cangas de Onís, la denominada “Depresión de Oviedo”, sobre la que discurren las carreteras y vías férreas más importantes de la zona oriental de Asturias. Esta depresión se originó en el Terciario: en esa época el relieve era escaso y el mar, como se colige de la existencia de un amplio manto de sedimentos cretácicos, cubría la actual cuenca minera desde finales de la Era Secundaria; a lo largo del Terciario la región fue fracturándose, diferenciándose en varios bloques que durante este periodo experimentaron movimientos de ascenso, descenso y torsiones, dando lugar finalmente a la Cordillera Cantábrica y apareciendo una serie de sistemas lacustres en los que se produjo un depósito de arcillas rojas y margas blancas (en estas margas, en la zona de Llamaquique, se descubrieron en 1926 unos restos esqueléticos de vertebrados, la Fauna de Oviedo, que demostraron el origen cretácico de los sedimentos y su génesis lacustre) que da origen al actual subsuelo Ovetense. El contacto de estos sedimentos con los materiales previos de origen cretácico, areniscas, arenas y piedras calizas, fue muy discontinuo a consecuencia del relieve del terreno.

Para Truyols y Jolivert el relieve actual de la zona de Oviedo se explica a partir de su constitución geológica, la cual ha sido acentuada por la acción erosiva de su sistema hídrico: los cauces del Nalón y el Caudal han generado hoces en la piedra caliza, ocasionando un notable desnivel entre su curso y la elevación donde se asienta Oviedo que oculta el carácter depresivo de la zona. La "Depresión de Oviedo" se hace evidente desde la cima del Naranco, al pie del cual discurre una línea de fractura que delimita su bloque de los materiales en que se ubica la zona urbana

El concejo de Oviedo se halla comprendido en casi su totalidad en lo que se conoce como la “Región de pliegues y mantos de la zona cantábrica”, a la que únicamente desborda en su sector sur, correspondiente a Olloniego, por donde se adentra en la cuenca carbonífera central.

Clima

El clima del concejo de Oviedo se inscribe en el área climática de los valles asturianos al oscilar la altitud sus territorios entre los 70 y los 700 metros. A partir de los 200 metros comienza el valle alto, caracterizado por sensibles diferencias climáticas con respecto al bajo, derivadas del estancamiento de aire frío en este último, donde determina frecuentes nieblas frente a las temperaturas más extremas y menores precipitaciones del valle alto. Del estancamiento de aire en el valle bajo también se sigue un nivel más elevado de contaminación atmosférica, apreciable especialmente en circunstancias anticiclónicas, particularmente durante el invierno. Al producirse situaciones de altas presiones la inversión de madrugada, zona de separación entre aire frío inferior y aire relativamente cálido superior que bloquea la dispersión de las impurezas, puede prolongarse y enlazar con la del día siguiente.

La media anual de precipitaciones oscila entre los 1.000 mm en las zonas de poca altitud y 1.200 mm en las zonas elevadas, alcanzando los 1.093 en la ciudad de Oviedo y siendo los meses más lluviosos diciembre y enero y el menos lluvioso junio. Por término se producen 146 días anuales de precipitaciones, en su mayoría en forma de lluvias. Los días cubiertos al año son una media de 171 frente a la media de 68 despejados. La temperatura media anual en la ciudad de Oviedo es de 12,5º, siendo los meses más cálidos julio y agosto, con una media de 18,1 y 18,6 respectivamente, y los más fríos enero y febrero con 7,66 y 7,4.

La humedad relativa media al año es de 77% manteniéndose las medias mensuales alrededor de este valor. Humedades bajas, del 30%, sólo se dan con flujo de viento Sur en virtud del efecto foehn.

Población

La población asturiana fue, en virtud de su aislamiento y la pobreza de la tierra, pequeña en términos absolutos. Sin embargo, en comparación con la superficie de Asturias, era de las más pobladas, rondando los cuatrocientos mil habitantes. Esta sobrepoblación provocó la emigración en el último tercio del siglo XIX, sobre todo a Hispanoamérica. Entre 1887 y 1920 la población asturiana se incrementa en un 29%, alcanzando la región los 743.000 habitantes, mientras que la de las principales ciudades lo hace en un 119%, superando Oviedo y Gijón los 74.000 habitantes. El sistema urbano de la zona central asturiana se define y especializa en este momento correspondiéndole a Oviedo, por su carácter de nudo comunicativo, desempeñar el papel de núcleo administrativo y comercial, observándose nítidamente en este momento una cesura entre el centro comercial, entre Cimadevilla y la calle Uría, y los ensanches y los barrios obreros, a los que se añaden trece colonias de casas baratas entre 1919 y 1936. En contraste con Oviedo, Mieres y Sama-La Felguera se especializan en la actividad minero-siderúrgica, en tanto que Gijón y Avilés funcionaban como puertos redistribuidores al servicio del comercio hullero, desarrollando además, particularmente Gijón, una amplia gama de actividades industriales y de servicios como fábricas de vidrio, tejeras, fundiciones, refinerías... etc.

Economía

Una economía básicamente rural hasta finales del siglo XIX se convirtió sin embargo en uno de los motores de España a partir del siglo XIX. Los capitales de los indianos, repatriados a raíz de la Guerra de Cuba, implicaron un gran auge de la actividad industrial y minera a comienzos del siglo XX. A principios de los años 30 la clase obrera representaba el grupo más destacado dentro de la población asturiana, ocupándose el 42% de la población activa de la región en el sector secundario y alcanzando durante el periodo republicano su madurez organizativa y una cierta independencia ideológica. En efecto, en la década de los 30 las tradicionales formas de difusión ideológica, los púlpitos o las organizaciones religiosas, se mantienen en las zonas rurales pero son desplazadas en las comarcas centrales de la región por Ateneos obreros.

Oviedo se organizó a lo largo del siglo XX en torno a dos subsectores –minero y siderúrgico- con un enorme peso de la empresa pública, con unos productos lanzados al mercado a precios políticos para financiar al resto de la industria del país, y orientada hacia la exportación extrarregional al no disponer de industrias transformadores importantes. Sin embargo, desde 1967 la siderurgia será incapaz de absorber el paro generado en la minería. En 1970 los concejos de Mieres y Langreo se incluyen en las zonas de Preferente Localización Industrial, pero la medida no surtirá los esperados efectos en el desarrollo de las comarcas.

Urbanismo

Municipio

El municipio de Oviedo recoge la capitalidad de la región asturiana y la capital del concejo del mismo nombre. Ver: Ayuntamiento de Oviedo

El topónimo 'Oviedo'

Juan Uría Ríu sostiene que el nombre que se le daba al enclave de la ciudad entre los siglos VIII y X y a la propia villa era Ovetao; la actual Oviedo sería conocida posteriormente como Ovetum, muy posiblemente una forma latinizada del primitivo nombre impuesto por el clero culto de la corte de Fruela o Alfonso II, el Casto. Ramón Menéndez-Pidal considera que la raíz del primitivo Ovetao es celta y posiblemente la misma que está detrás del Obétago de Soria, pero es preciso subrayar que no hay acuerdo entre los estudiosos acerca del origen del nombre 'Oviedo' barajándose distintas hipótesis, recogidas por José Tolivar Faes en su libro Nombres y Cosas de las Calles de Oviedo, que a continuación resumimos.

En primer lugar se ha especulado con la posibilidad de que el topónimo proviniese de las voces Ove (EO) y Deva, correspondientes a los ríos que delimitan la provincia por occidente y oriente. Esta hipótesis se ve favorecida por pasajes de textos conservados en el archivo de la Catedral, datados en el siglo XI, donde, sin aludir directamente a Oviedo, a la que en aquellas fechas se denominaba Oveto, puede leerse "Asturias inter duo flumina Oue et Deva a Pirinei montes usque in ora maris" (Catedral, doc. 15 de julio 1058).

Por su parte, Sánchez Calvo, en su trabajo El Eúskaro y sus vestigios en Asturias, apunta que Oviedo podría equivaler al vocablo vascuence Oveta que significa altibajo. También García Berlanga busca la génesis del nombre de la ciudad en el vascuence, identificándolo con obieta, palabra formada la raíz obi (cañada) y eta como sufijo que indica pluralidad y que equivale a los españoles edo y eda: Oviedo significaría entonces sitio de cañadas. Esta palabra vasca podría estar asimismo en la génesis de los topónimos Ovies.

Otros autores entienden que el topónimo Oviedo proviene de Jovetanum, en alusión a un templo romano dedicado a Júpiter que podría haberse alzado sobre en el emplazamiento originario de la ciudad.

Asimismo, Tolivar Faes recuerda que Plinio habla de un plomo negro al que denomina ovetanum o jovetanum, siendo posible que tal denominación hiciese referencia a que provenía del lugar conocido como "Ovetum, circa Lucus Asturum". A este respecto el Padre Juan Hardouin, en el siglo XVIII, y José Fernández Buelta, en la segunda mitad del siglo XX, consideran que Plinio escribió ovetanum y no jovetanum, lo que para Fernández Buelta probaría la existencia de alguna fortaleza o población, posiblemente romana, en el lugar donde años después se ubicaría el Monasterio de San Vicente, primitivo embrión de la ciudad. Parece seguro en cualquier caso que el topónimo Oveto ya existía en la época romana, al margen de que Plinio se refiriese efectivamente a él o no.

Historia

Edad Media

Un pacto monástico fechado el 25 de noviembre de 781, que en realidad es una copia del siglo XII con evidentes interpolaciones, refiere que los primeros pobladores del “locum quod dicunt Oveto”, en aquel momento una simple colina situada entre el monte Naranco y la sierra del Aramo, sobre las llanuras de Llanera y Siero, fueron un presbítero llamado Máximo y sus siervos que habían fundado en ella en el año 761 una humilde comunidad monástica consagrada a San Vicente y acogida a la orden de San Benito de Nursia; ese mismo año se les une el tío de Máximo, Fromestano, para ejercer como abad del monasterio. El citado documento cuenta a continuación que en 781 se incorporan a la comunidad veintiséis monjes, entre ellos el presbítero Montano quien hará una importante aportación patrimonial al monasterio. Unos años después Fruela I decide dotarse de una sede mejor situada que Cangas de Onís para garantizar la defensa y la expansión del reino. La colina en la que se emplazaba el Monasterio de San Vicente ofrecía estas cualidades por hallarse enclavada entre las dos vías de comunicación existentes desde la época romana: por un lado el camino costero (de oriente a occidente) y por otro el camino de León hacia la costa que atravesaba la región central; esta circunstancia unida a la protección natural que proporcionaban los ríos Nora y Nalón lo convirtieron en el lugar idóneo desde la perspectiva del rey. Así se produjo el primer traslado de la Corte desde Cangas de Onís al futuro Oviedo, erigiéndose ya entonces la primitiva basílica de San Salvador (la primera iglesia prerrománica dedicada al Salvador) y varias fortificaciones, en donde supuestamente habría nacido Alfonso II.

Pero Oviedo perdería rápidamente la capitalidad al ser asesinado Fruela en Cangas. Los siguientes monarcas (Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo I) evitarían instalarse aquí y sólo Alfonso II le restituiría su condición. Este monarca será el auténtico fundador de la ciudad, que al convertirse en sede regia -primera de las tres etapas, que se extiende hasta el traslado de la corte a León, en que se puede periodizar la evolución de la ciudad a lo largo de la edad media, a la que seguirán la fase de ciudad episcopal y la fase de ciudad mercado- experimentará una importante expansión con respecto a su periodo preurbano. Alfonso II reconstruyó la iglesia del Salvador y promovió la creación de un obispado. En los primeros años de su reinado hubo de resistir a las fuerzas islámicas enviadas por el emir Hixem I: las aceifas dirigidas por los hermanos Mugait que llegaron a penetrar en la ciudad causando enormes daños (Claudio Sánchez Albornoz y Juan Uría Ríu les dedicaron sendos trabajos). Cuando el peligro agareno decreció, en gran parte por las tensiones internas entre bereberes, árabes y mozárabes en el emirato andalusí, pudo el rey consolidar la capitalidad de Oviedo y reorganizar jurídica y administrativamente el reino adoptando el Liber Iudiciorum.

Alfonso III se vio obligado a abdicar un año antes de su muerte por la rebelión de sus hijos, que fragmentaron el extenso territorio del Reino de Oviedo quedando Fruela II como rey de Asturias, dignidad desde la que confirmó la donaciones de su padre a la Iglesia de Oviedo y las incrementó, García como rey de León y Ordoño como rey de Galicia. Estos tres monarcas se irán sucediendo unos a otros en el solio leonés, que se irá convirtiendo en el eje de la Reconquista, en el que acabarán por reunificarse los territorios bajo el reinado de Fruela, ya desaparecidos sus hermanos, erigiéndose León en nueva capital y referencia en el avance de la Reconquista hasta que sea preterida por Castilla, en detrimento de Oviedo, que pasa a ser sede episcopal y depositaria de reliquias, destacando entre ellas el Santo Sudario, ampliamente visitadas gracias al Camino de Santiago.

Es muy posible que en este momento ya existieran en las cercanías de Oviedo numerosos poblados integrados por siervos y colonos de propietarios libres. Está documentada a través de la diplomática medieval asturiana la existencia de alrededor de cincuenta asentamientos a menos de seis kilómetros de la ciudad, anteriores al siglo XII Sin perder de vista las dudas sobre la completa fiabilidad de estos documentos, los estudiosos consideran probado que la densidad de población en la inmediaciones de Oviedo en esta época fue relativamente alta, coligiéndose de ello la existencia de una notable actividad comercial.

Se disponen de pocas referencias documentales de la ciudad de Oviedo en este siglo, destacando entre las que se conservan la que da cuenta de las donaciones que la reina Velasquita, residente en Oviedo tras haber sido repudiada por Vermudo II, hizo a la Iglesia en 1006: el Monasterio de Santa Cruz, en los aledaños de la Catedral, la iglesia de San Martín de Salas, el Monasterio de San Salvador de Deva y la región de Trasona. También Fernando I de Castilla, cuyo reinado transcurre entre los años 1035 y 1065, realizó importantes donaciones a la Iglesia local, confirmando las otorgadas por sus antecesores y visitando oficialmente la ciudad en el año 1053 para asistir al traslado de las reliquias de San Pelayo. Alfonso VI, sucesor del anterior y rey entre 1030 y 1109, también visitó Oviedo en 1075, acompañado de su hermana doña Urraca, la infanta Elvira y un amplio séquito del que formaba parte el Cid, a fin de presenciar la Apertura del Arca Santa que mandó forrar con plata. Esta visita estaba relacionada con el ya importante flujo peregrinatorio a Santiago, como quedará patente cuando el rey otorgue a la Iglesia nuevas prerrogativas, entre las que figuraban la cesión de Langreo (que ocasionó el célebre pleito entre el rey y los infanzones en que intervino el Cid como paladín de Alfonso VI), y el palacio de Alfonso III para convertirlo en un hospital de peregrinos que, en alusión a los peregrinos ultrapirenaicos, fue calificado al cabo de unos pocos años como "paltio frantisco".

El relieve que Alfonso VI dio al Arca Santa y las cuantiosas donaciones que este monarca hizo a la Iglesia de San Salvador, así como la presencia documentada de una colonia de francos en la ciudad, constituyen para Juan Uría Ríu una evidencia de la proyección internacional que comenzaba a tener la peregrinación a Oviedo, asociada a la de Santiago (Es famoso el dicho “Quien va a Santiago y no va a San Salvador visita al siervo y deja al señor”, en alusión a que la Catedral de Oviedo está directamente consagrada al Salvador), que si bien ya estaba documentada anteriormente, el propio Uría recuerda la hallazgo de un códice en Valenciennes datado en el siglo XI, en el que se enumeran las reliquias de Oviedo, sólo empieza a ser continuada a partir de este momento. Bajo el reinado de Alfonso VI recibió también la ciudad de Oviedo sus primeros fueros, cuyo texto se ha extraviado, que debieron constituir otro importante implemento para su economía.

La situación en Asturias a comienzos de este siglo estuvo marcada por los disturbios derivados del pleito sucesorio y las constantes diputas entre la reina doña Urraca y su segundo esposo Alfonso I de Aragón. La reina recibió un cuantioso préstamo de la Iglesia de San Salvador que compensó, a instancias al parecer del obispo don Pelayo, con una donación por la cual las posesiones reales de la ciudad pasaron a la Iglesia, convirtiéndose Oviedo en un señorío eclesiástico. Otro factor relevantísimo para el desarrollo sociopolítico de Oviedo fue la concesión de un nuevo fuero, de tipo sahaguntino, por parte de Alfonso VII, el Emperador, que venía a confirmar y ampliar el concedido por Alfonso VI años antes, cuyo texto se conserva en el Archivo Municipal en un traslado de 1295. Este ordenamiento jurídico responde a la existencia de nutrido colectivo de artesanos y burgueses, agentes dinamizadores de la economía urbana que propiciaron una intensificación de las transacciones comerciales. Este siglo y el anterior determinan las bases sociales de la población ovetense, integrada por un núcleo principal de asturianos provenientes del entorno rural de la ciudad y en menor medida de otras comarcas de la región, al que se sumarán inmigrantes de otras regiones del reino llegados en su mayoría de León, así como extranjeros, principalmente francos (cuyo número debía de ser notable puesto que el fuero dispone que haya un merino franco además del merino castellano), y un colectivo judío no muy numeroso pero relevante por el papel que juega en la economía de la ciudad. Tal composición social, con una elevada actividad comercial, casaba mal con el dominio señorial eclesiástico y exigía la creación de un concejo, aspiración que fue satisfecha por la corona que convertía de esta forma a los municipios en aliados naturales frente a las tendencias disgregadoras del clero y la nobleza.

Durante el reinado de Alfonso VII, coincidiendo con el final de la prelatura del Obispo don Pelayo, se producen las primeras revueltas del conde Gonzalo Peláez quien tendrá en el Castillo de Tudela y en el Castillo de Gozón, ocupado por el Rey en su campaña contra el Conde, dos de sus principales plazas fuertes.

Alfonso IX, rey de León ente 1217 y 1230, visitó varias veces la ciudad durante su reinado y confirmó, como también harán los sucesivos monarcas hasta Felipe IV en el siglo XVII, las anteriores donaciones reales. Además, bajo este rey se consumaría la transformación de Oviedo en una ciudad mercado, regularizándose por primera vez un mercado semanal y reforzándose el régimen de autonomía de la villa. Es en este momento cuando comienza a configurarse el territorio del concejo de Oviedo tal como lo conocemos hoy, hasta entonces se reducía a la ciudad y sus arrabales, al otorgar Alfonso IX, por una disposición del año 1221, la conocida como tierra de Nora a Nora, que hoy comprende buena parte de la zona rural ovetense, como alfoz de Oviedo. Por su parte Alfonso X, quien reinó desde 1252 hasta 1284, prohibió a los merinos realizar pesquisas sin orden real y concedió a la ciudad exenciones de portazgos, barcajes y gabelas y el privilegio de no pagar fonsadera; además, cedió al municipio por diez años el importe del impuesto conocido como "les cuchares", con el que se recaudaba dinero para la reparar las murallas. Este monarca favoreció al Concejo en sus constantes conflictos con la Iglesia, disponiendo que la ciudad pudiese nombrar dos jueces y dos alcaldes cada año mientras que la Iglesia y el Cabildo sólo podían nombrar un juez y un alcalde, estándoles prohibido entrometerse en los nombramientos del Concejo. A mediados de siglo, entre 1245 y 1262, los juristas y los notables de Oviedo elaboraron unas Ordenanzas, aprobadas posteriormente por el Concejo, por las que se regulaban la elección de jueces y alcaldes, el precio de los comestibles, se reglamentaba la actividad prestamística de los judíos y la circulación de la moneda, así como la labor de la policía. Estas Ordenanzas, junto con las 1274, constituyen una de las principales fuentes para la historia de Oviedo durante el siglo XIII.

Con Alfonso IX se inician las obras de amurallamiento culminadas por Alfonso X. El contorno de la muralla delimita un núcleo ciudadano que sin excesivas modificaciones subsiste hasta fechas muy recientes. Fuera de la muralla quedaban los arrabales y varios monasterios fundados por las órdenes mendicantes a lo largo del siglo, como el de los franciscanos y el de las clarisas, mientras la futura catedral, la iglesia de San Tirso y el Monasterio de San Vicente quedaban en su interior. Los oficios artesanos se organizan en cofradías, siendo la más importante la de los alfayates o xastres, que fue dotada económicamente por Velasquita Giráldez, pasando a ser conocida con el nombre de esta noble que con el paso de los años derivaría en la Balesquida. Otras cofradías eran la de zapateros, plateros, peleteros, hortelanos, alabarderos... etc. La regulación del trabajo la llevaba a cabo el municipio, no las cofradías, a través de Ordenanzas, siendo la situación social de los trabajadores urbanos y de los siervos rayana en la miseria. Prueba de ello son la epidemias que se suceden en aquellos años: lepra, pelagra; se conservan unas Ordenazas del año 1274 donde se dispone que los leprosos sólo podían entrar en Oviedo una vez al año, durante el día de la Cruz y únicamente hasta el medio día.

En los postreros años del siglo XIV dan comienzo las obras de la actual Catedral de Oviedo, la mayor parte de las cuales se realizaron durante el siglo siguiente. Durante este siglo se producirán numerosos conflictos de la monarquía castellana con la nobleza regional y local, lo que unido a las ambiciones del Duque de Lancaster acabará dando lugar a la institución del Principado de Asturias.


Edad Moderna

El primer episodio relevante de la historia de Oviedo durante este siglo, aparte de la orden de leva del 23 de octubre de 1520, recibida en Oviedo, por la que Asturias hubo de aportar 2.000 hombres, principalmente ballesteros, a la lucha contra las comunidades, fue el incendio de la Nochebuena de 1521 que destruyó gran parte de la ciudad. Las llamas arrasaron varias de las iglesias que rodeaban la Catedral y afectaron a calles enteras como las del Azogue, Cimadevilla, Rúa, Portal, San Antonio, Herrería, el barrio de la Chantría y Lonja hasta la puerta de la Gascona, parte del Monasterio de San Pelayo, el Hospital de San Julián y gran parte de la propia Catedral. Se creyó que la causa del incendio fueron las chispas de un “fornu”, por lo que fueron prohibidos dentro de la ciudad. El año siguiente trajo consigo dos nuevos desastres que se sucedieron prácticamente sin solución de continuidad: en junio tiene lugar un potente seísmo y en septiembre se producen lluvias torrenciales seguidas de inundaciones y desbordamientos de ríos, ambos fenómenos causas enormes estragos en los edificios. Para intentar paliar las consecuencias de estos desastres Carlos I concede a Oviedo, en 1525, un mercado de los jueves libre de todo impuesto. La ciudad es reconstruida, remodelándose y aprovechándose la circunstancia para acometer una serie de obras no relacionadas con la catástrofe como la construcción del Acueducto de los Pilares, la conclusión de la torre de la Catedral y la construcción del monasterio de los dominicos, fuera de la muralla, y el de los jesuitas, fundado ya en la segunda mitad del siglo, muy próximo a la muralla, en la zona del Fontán.

La segunda mitad de este siglo será aún más aciaga para los Ovetenses: durante las décadas de los setenta y los ochenta condiciones climáticas desfavorables provocarán la pérdida de las cosechas, desencadenándose duras hambrunas en toda Asturias; por si no fuera poco, a finales de siglo, 1598, tiene lugar un nuevo episodio de peste. Este brote está abundantemente documentado a través de las ordenanzas municipales y de los libros de protocolos notariales que están repletos de testamentos. Los datos de la Junta General permiten estimar que la epidemia mató a dos tercios de los habitantes de la ciudad.

Aparte de las tragedias, el siglo XVI comportó para Oviedo una profunda reorganización administrativa de su concejo. Los términos del municipio no constituían hasta entonces una circunscripción homogénea, hallándose además tachonados de cotos señoriales pertenecientes a la Mitra, Bendones, Cerdeño y Paderni, al Cabildo, Caxigal y Naranco, y el que por su parte reclamaba Gutierre González Cienfuegos, quien se consideraba heredero de los derechos sobre la mitad del concejo de Ribera de Abajo. Además la extensión del concejo de Oviedo era notablemente menor que la actual: las parroquias de Trubia, Pintoria y Udrión pertenecían al alfoz de la puebla de Grado; la parroquias del Valle del Nalón al oeste del actual municipio de Oviedo se organizaban en los concejos de Olloniego y Tudela, bajo jurisdicción eclesiástica. Será en el último cuarto de la centuria cuando Felipe II, para sacar a la ciudad de la postración económica derivada de todas la calamidades que hubo de sufrir y que motivaron un importante flujo migratorio hacia la meseta de población asturiana y ovetense, ordene la desamortización de todas la jurisdicciones eclesiásticas emplazadas en el concejo, con la autorización de una bula papal, que son compradas por la corporación municipal entre abril y junio de 1581. También adquiere la corporación el concejo de Llanera, de jurisdicción episcopal, e intentó hacer lo mismo infructuosamente con los concejos de Morcín, Las Regueras, Ribera de Arriba, Riosa y Tudela, todos ellos limítrofes del concejo, que serían adquiridos por sus propios vecinos pasando a gozar de una administración autónoma. Por su parte Rodrigo Bernaldo de Miranda, regidor de Oviedo, adquirió el concejo de Olloniego. La conclusión de todo este proceso desamortizador fue la homogeneización administrativa del concejo de Oviedo y su ampliación hasta alcanzar una extensión similar a la actual.

Otro dato a destacar de la historia de Oviedo durante este periodo es la apertura de la primera imprenta hacia el año 1556.

Las décadas finales del siglo pasado trajeron consigo una situación de postración económica para Asturias que consiguió superarse parcialmente gracias al maíz: la difusión de esta planta, de origen americano pero muy adecuada a las condiciones climáticas asturianas, permitió sentar las bases de un crecimiento intensivo continuado. El maíz se extiende durante los primeros años del siglo XVII con notable rapidez por toda Asturias y especialmente por los concejos costeros y los valles centrales; su expansión continuó ininterrumpidamente de forma que a finales del XVIII ya aportaba más de las dos terceras partes de los granos recogidos en la región. El maíz no desplazó el cultivo de otros cultivos, salvo cereales inferiores como el mijo o el panizo, combinándose con ellos y permitiendo la supresión del barbecho y la intensificación del cultivo del suelo, que a su ver percutió positivamente sobre la ganadería, en aquel momento empezaba a sustituirse el ganado bravo por ganado estabulado, al incrementarse la producción de forrajes entre los que se incluía el "nervaxu" del maíz.

A principios de este siglo tiene lugar el paso de los primitivos corregidores de "capa y espada", en un contexto de degradación de las instituciones conjeciles donde cargos públicos como el de Alférez Mayor del Principado o las alcaldías y regidurías se ponían a la venta, a los corregidores de "toga", impuesto por la normalización institucional que propugana la monarquía.

El acontecimiento más importante para Oviedo durante este periodo fue la inauguración oficial de la Universidad de Oviedo, tras múltiples vicisitudes, en 1608, institución que tuvo un cierto impacto en su vida social y política. La creación de la Universidad fue una iniciativa del inquisidor Fernando Valdés Salas, fallecido en 1568, quien dispuso en su testamente una importante suma de dinero para constituir el centro; problemas burocráticos y la corrupción funcionarial retrasaron cuarenta años el cumplimiento mandas, hasta que por fin, habiendo sido creada formalmente en 1604 por real cédula de Felipe III, pudo abrir sus puertas en 1608 e impartir sus primeras clases de Derecho y Teología. Con este centro Oviedo, que había carecido de universidad durante la edad media, pudo aprovecharse de la acuciante necesidad de formar clérigos, juristas y médicos que, para sostener su aparato administrativo, aquejaba al Imperio Español. La de Oviedo fue no obstante una universidad pequeña, no poseyendo hasta finales del siglo siguiente Facultad de Medicina que, junto con la de Teología, Derecho y Filosofía componía la división característica de las universidades del Antiguo Régimen. Con la Universidad Oviedo experimenta un cierto crecimiento demográfico, al tiempo que se configura como lugar de residencia de la nobleza y del alto clero; pese a todo, al concluir el siglo apenas rebasaba los 7.000 habitantes.

El entramado urbano ovetense, que ya se había visto alterado por la construcción del edificio de la Universidad, a cargo de Rodrigo Gil de Hontañón, experimenta ahora una importante transformación caracterizada, particularmente en el sector suroeste de la ciudad, en dirección a la charca de El Fontán que estaba convirtiéndose en una zona con gran actividad comercial, por la tendencia a ampliarse extramuros.

El fin de siglo, 1699, coincidirá con una nueva crisis derivada de las malas cosechas.

A principios de este siglo la ciudad de Oviedo contaba con unos 1367 vecinos, con un total de 6.700 habitantes. 111 de ellos eran presbíteros no regulares, lo que sumado a los jesuitas de San Matías, los fraile de San Vicente, los de San Francisco y los de Santo Domingo, junto a las monjas de San Pelayo, de La Vega y de Santa Clara, nos da un seis por ciento de la población ovetense. Más de la mitad del vecindario era de ascendencia hidalga o sacerdotes. Apróximadamente cuatro de cada diez vecinos eran pecheros, es decir, estado llano que mantenía los privilegios de las clases superiores con sus impuestos.

Durante la Guerra de Sucesión Oviedo se mantiene fiel a Felipe V, aprovisionándose con pólvora procedente de San Sebastián en 1702 y armando a la población en previsión de un posible ataque. Al instaurarse la dinastía borbónica, que implantará el absolutismo monárquico y unificará la legislación de los territorios españoles mediante el Decreto de Nueva Planta, se envía a Asturias al comisionado del rey Cepeda, quien redactará una serie de informes acerca de la administración en la región que tendrán como consecuencia la creación en 1717 de la Real Audiencia, institución que merma las hasta entonces amplias atribuciones de la Junta General del Principado y liquida el gobierno de los corregidores, que serán sustituidos por regentes. En 1766 el motín de Esquilache tiene cierta incidencia en Oviedo, exigiendo los amontinados rebajas en los artículos de primera necesidad y haciendo blanco de su descontento al administrador de las rentas provinciales; las diferentes medidas que tomó la Audiencia para sofocar a los amotinados fueron ineficaces, correspondiéndole finalmente a la Milicia Provincial la labor de represión. Un año después, como consecuencia de las pesquisas de Campomanes, Carlos III decreta la expulsión de los jesuitas, lo que en Oviedo provocará el enfrentamiento entre el Ayuntamiento y la Universidad, al impartir esta orden clases en el centro. La expulsión de la compañía de Jesús no mermó sin embargo el nivel de la vida académica de la ciudad, alentada por la Ilustración, que había tenido precisamente en la Universidad de Oviedo a uno de sus principales precursores en nuestro país: el padre Feijoo. En 1764, precisamente el año de la muerte de Feijoo, se fundó la biblioteca universitaria, diez años después Campomanes impulsa una reforma de la Universidad que supone la creación de nuevos estudios superiores, y también a instancias de Campomanes, junto con el apoyo del conde de Toreno, se constituirá en Oviedo la Sociedad Económica de Amigos del País en 1781.

En 1771 se aprueba el proyecto de apertura de un canal de comunicación moderno hacia la Meseta a través de Pajares y en 1782 se inician las obras de la carretera Oviedo-Gijón, que se convertirá en una de las principales arterias de la región. En 1794, ante una posible guerra con la Francia revolucionaria, se traslada a Oviedo la Fábrica de Armas de Gipúzcoa. Inicialmente sus oficinas y almacenes se instalan en el antiguo Palacio del Duque del Parque, siguiéndose un modelo productivo gremial en el que los armeros, muchos de ellos vascos emigrados, realizaban los trabajos en sus talleres particulares, distribuidos por Oviedo, Trubia, Mieres y Grado, para entregarlos después en el citado palacio. Paralelamente en Trubia, entonces perteneciente al concejo de Grado, comienzan a levantarse los primeros edificios de lo que será la Fábrica Nacional de Cañones.

Edad Contemporánea

El estallido en mayo de 1808 de la insurrección contra Napoleón aumenta las tensiones sociales y políticas, junto a los primeros intentos de transformar las estructuras del Antiguo Régimen. La amplia participación popular en el levantamiento en Asturias se explica por los ecos del motín de Aranjuez y particularmente la hostilidad, atizada desde los púlpitos, a la ocupación francesa. El levantamiento se desencadenará al conocerse en Oviedo, el día 9, la noticia de los sucesos del 2 de mayo en Madrid. El día 9 de mayo una heterogénea masa popular concentrada en el Campo San Francisco, integrada por estudiantes de la Universidad, armeros, sacerdotes y artesanos, impide la publicación de un bando enviado por el general Murat, jefe de las fuerzas francesas en España. Las autoridades del Antiguo Régimen, representadas por la Audiencia, mantenía una postura contemporizadora y cómplice con los ocupantes; por su parte la Junta General del Principado de Asturias mantuvo una actitud ambigua y colaboracionista pocos días después, presentando excusas ante la Audiencia y la Junta dar marcha atrás y controlar la sublevación, revocando las citadas resoluciones y requisando las armas en poder de la población. No será hasta el día 25 cuando un nuevo levantamiento popular, mucho mejor organizado y con el apoyo de campesinos provenientes de los alrededores de Oviedo, fuerce a la Junta General a declarar la guerra a Francia, convirtiéndose Asturias en la primer provincia en tomar esta resolución. Se constituye entonces la Junta Suprema, órgano de composición muy distinta a la de la Audiencia o la Junta General, que se arroga el poder en nombre de Fernando VII e invoca la voluntad popular como sostén de su legitimidad, acreditando embajadores que envía a Inglaterra para solicitar la ayuda del gobierno Británico y organizando un ejército. Posteriormente, la vetusta Junta General, remodelada parcialmente en su composición, asumirá las funciones de la Junta Suprema con una mayoría conservadora pero manteniéndose una minoritaria facción liberal especialmente activa.

Durante la Guerra de la Independencia Oviedo es ocupada más de media docena de veces, mientras que Asturias es invadida cuatro veces desde Santander y desde Castilla, entre mayo de 1809 y junio de 1812, lo que determinó el carácter itinerante de la Junta Suprema. Sin embargo, a pesar de estas ocupaciones, en las que el ejército francés (que contó en Asturias con el apoyo entusiasta, entre otros, del obispo Gregorio Hermida y del Marqués de San Esteban, quien incluso presidió una Junta colaboracionista) no sufrió demasiadas bajas, Oviedo y Asturias no jugaron un papel relevante en el desarrollo de la guerra, en contraste con su protagonismo durante los primeros momentos, siendo además su interés estratégico secundario. No obstante, en las instituciones políticas patrióticas varios asturianos como el ya muy anciano Jovellanos, representante de Asturias en la Junta Central, o Agustín Argüelles, el Conde de Toreno, Flórez Estrada o José Canga Argüelles, diputados en las Cortes de Cádiz dentro de la facción más marcadamente liberal, tuvieron un destacado papel. Esta actividad política liberal chocaba con la realidad de la región, donde la base social del liberalismo, que únicamente empezó a difundirse a partir de 1808 en algunos círculos universitarios provenientes de la antigua hidalguía, era ínfima. En la Junta Suprema se plasmaba el pacto tácito entre los sectores más exaltados, conscientes de su escasa fuerza real, y los partidarios del Antigua Régimen, siendo sus medidas, la proclamación de un restringida libertad de imprenta o un proyecto de reforma judicial que conservaba un fuero especial para lo nobleza, muy moderadas. Esta moderación no preservó a la Junta del rechazo de los sectores absolutistas que desencadenaron una férrea oposición a la misma, provocando incluso un motín en 1808 y logrando que fuera disuelta mediante un golpe militar del general La Romana al año siguiente. Se sucedieron desde entonces una Junta Provisional de Observación y Defensa, una Junta Superior y una Junta Superior Provincial, todas ellas compuestas por ultramontanos y con escaso protagonismo político. Estos cambios se sucedieron además en un clima de indiferencia y desmovilización popular, especialmente por parte del campesinado, víctima durante la guerra de una intensa crisis agrícola, marcado por los saqueos de los franceses, las levas y los impuestos motivados por las necesidades bélicas. Con la retirada definitiva de las tropas francesas, en el estío de 1812, se produjo en Asturias la jura de la constitución de Cádiz, estableciéndose a continuación, como exigía la carta magna, un jefe político de la provincia, cargo que ocupó Manuel María de Acevedo, y se sustituyó a la Junta Superior Provincial por una Diputación Provincial en febrero de 1813, de mayoría conservadora, al tiempo que se elegían ayuntamientos constitucionales. La Diputación desarrollará una política ilustrada a la usanza del dieciocho, fomentando la economía sin alterar las estructuras sociales vigentes. Merece destacarse aparición en aquellos años del primer periódico no oficial de la región El Observador de Asturias, de tendencia liberal. Pero el liberalismo seguía siendo minoritario en Asturias, frente al predominio absolutista que se manifestaba constantemente, llegando a forzar la expulsión del reaccionario obispo Hermida por parte de las autoridades. En estas circunstancias la restauración del absolutismo dejó indiferente a gran parte de la población, produciéndose un tránsito tan pacífico que incluso la Diputación o el Ayuntamiento Constitucional de Oviedo siguieron funcionando durante varias semanas. La represión afectó especialmente a unos pocos personajes, la minoría liberal, que acabó en el destierro, como Toreno o Flórez Estrada, o en prisión como Canga Argüelles, de tal forma que cuando en 1815 se restablezca la Junta General del Principado, ésta estará solamente compuesta por los mismos nombres que en 1808 a excepción de los liberales. La Universidad de Oviedo fue acusada de liberal, depurándose sus equipos docentes, sus libros de texto y sometiéndosela a una anacrónica inspección clerical, al tiempo que se suprimían algunos estudios como los de matemáticas, juzgados inútiles, y se instauraba una firme vigilancia sobre profesores y estudiantes.

A finales de febrero de 1820 el capitán de Artillería Manuel de la Pezuela, con la colaboración de estudiantes y liberales, secundó en Oviedo el Pronunciamiento de Rafael del Riego con el que dio comienzo el Trienio Liberal, interregno en el que fue reinstaurada la Constitución de Cádiz y se intenta nuevamente la revolución burguesa. Es en este periodo cuando parece que el liberalismo comienza a ganar apoyos en Asturias entre los sectores populares urbanos, la burguesía y gran parte de la antigua nobleza, como se desprende de la aparición de publicaciones periódicas de esta tendencia, El Ciudadano, moderado, y el Aristarco, exaltado, y de los recibimientos triunfales a Riego y Argüelles y del motín anti-realista de 1821. La oposición al régimen liberal provendrá fundamentalmente del clero, que aunque contaba con algún sector liberal se oponía la política desamortizadora y a la reforma de las órdenes regulares, y del campesinado, cuyos intereses eran claramente lesionados por las políticas económicas liberales, al existir la posibilidad de que la venta de realengos y baldíos hiciese que los pueblos perdiesen sus pastos y al acabar en la práctica las tierras desamortizadas concentradas en manos de unos pocos capitalistas que inmediatamente subieron los arriendos y expulsaron a buena parte de los llevadores. En los primeros meses de 1822 aparecerán en Asturias partidas armadas antiliberales, en los valles del centro y oriente de la región, al sobreañadirse a los anteriores motivos el incremento de impuestos y precios.

La resistencia al avance de los Cien Mil Hijos de San Luis que se produce en Asturias, caracterizada por las deserciones y la escasez de efectivos, da cuenta de la incapacidad del régimen liberal para captar a las clases humildes mediante políticas que favorecieran sus intereses. No obstante, los historiadores consideran que las numerosas partidas que actuaban en la región podrían haber sido contenidas de no mediar la intervención exterior. La Ominosa década trajo consigo una represión mucho más dura que la de 1814, los Flórez Estrada, Evaristo San Miguel o Agustín Argüelles hubieron de marchar al exilio para evitar las correspondientes condenas a muerte, a las que ni siquiera se sustrajeron el clero (sus sectores liberales) ni la nobleza. En el caso de Asturias el especial celo de las autoridades eclesiásticas motivó incluso la reconvención del ministro Calomarde ante sus excesos. Pero la permanente de crisis hacendística y económica determinará una aproximación paulatina de la monarquía hacia las posiciones del liberalismo moderado, con la oposición del ala más ultramontana, preparándose así la alianza de clases que posibilitará, con todas sus deficiencias, la implantación del liberalismo. En este sentido, manteniéndose el campesinado asturiano en una situación de penuria pese a la difusión de la patata, se promulga la Ley de Minas con la intención de reactivar el sector hullero, empantanado por todos los sucesos de las décadas anteriores, que constituirá la base de la industrialización asturiana.

En 1827 se suprimen los antiguos cotos señoriales que existían en los territorios del Concejo de Oviedo, siendo incorporados al mismo, y en 1833 Asturias recibe como nombre oficial de su capital a raíz de la división provincial diseñada por Javier Burgos. Simultáneamente la Junta General del Principado fue definitivamente sustituida por una Diputación similar a la del resto de las provincias, celebrando su última sesión el 8 de enero de 1834 en la sala capitular de la Catedral de Oviedo. A la muerte de Fernando VII la liberalización de la monarquía se acelera, procediendo la nueva Diputación a desarmar a los voluntarios realistas y a crear una milicia urbana de orientación liberal.

Los años de la minoría de edad de Isabel II coinciden con el proceso de desguace del entramado jurídico y administrativo del Antiguo Régimen, con la implementación de reformas económicas y sociales que sentaban las bases del desarrollo capitalista –libertad de comercio e industria, desamortización de los bienes de la Iglesia, desvinculación de los mayorazgos, abolición de los diezmos...etc- y con el establecimiento, a través de la Constitución de 1837, de un sistema político de signo liberal; este nuevo sistema se caracterizará por el sufragio censitario, gozando de derecho a voto los sectores más acomodados que en Asturias oscilarán en el 1,5% en 1837 y el 5,6% en 1844.

La Guerra Carlista, iniciada en 1833, no tuvo especial incidencia en Oviedo, que sufrió sin embargo en 1835 una epidemia de cólera. El campo asturiano se mantenía más bien en una situación de apatía. En 1836 el general carlista Gómez entra en Oviedo, el 5 julio, tras haberse retirado la milicia nacional –en cuyas filas había profesores y estudiantes de la Universidad- a Soto del Barco, pero sólo permanece en la ciudad tres días, pertrechándose e incrementando sus efectivos con voluntarios, al cabo de los cuales la abandona ante la proximidad de las tropas de Espartero. Los carlistas se aproximarían a Oviedo en octubre, encontrándola esta vez bien guarecida y siendo incapaces de tomarla tras sufrir abundantes bajas, hasta que el general Sanz, al mando de los carlistas, se ve obligado a retirarse al Gijón. Las Cortes concederían a Oviedo el título de Benemérita por este episodio.

La constante presencia de partidas armadas en Asturias hasta 1838 y las incursiones del general Sanz no deben ocultar el fracaso de la ideología carlista en la región, en la que por otra parte no había ninguna problemática foral. El sector que lógicamente más apoyó a los tradicionalistas fue el clero, sin que faltasen tampoco facciones liberales entre sus filas, puesto que era la clase social más directamente perjudicada por las transformaciones sociales de signo liberal. Serán constantes de nuevo los conflictos ente el Cabildo de Oviedo y las autoridades, la difusión de ideas reaccionarias a través de los púlpitos, las negativas a jurar la Constitución de 1937 y las veladas o incluso explícitas simpatías por la causa del pretendiente. Por el contrario entre el campesinado asturiano la tónica fue la indiferencia y la pasividad.

Tras un decenio de cambios acelerados y una vez conjurada la amenaza carlista, el nuevo bloque de clases hegemónico en España, en el que predominaban los descendientes de la antigua nobleza convertidos al ala moderada del liberalismo, buscaba poner fin a la inestabilidad y consolidar el sistema político. Esta pretensión mediatizará los planes y programas políticos del periodo conocido como la Década Moderada (1844-1854) que, tras la formación de una coalición de moderados y progresistas que pone fin a la Regencia de Espartero y declara mayor de edad a la reina, episodio que en Asturias provocó la división de la Milicia Nacional y algunos enfrentamientos de poca importancia, buscará apuntalar y revisar en sentido conservador la conquistas liberales.

La fuerza principal durante este periodo será el Partido Moderado, formación que en Asturias contará con más apoyos que el Progresista. La base social del moderantismo asturiano estará en la aristocracia y en los grandes propietarios de la tierra y contará con el apoyo, sumamente útil en las zonas rurales, del clero. Por su parte el Progresismo, muy arraigado entre los obreros armeros de Oviedo, contará con la adhesión de la burguesía comercial, especialmente en Oviedo. En contraste con el Partido Moderado, fracturado desde la década de los cuarenta en una facción reaccionaria más posibilista y liberal, el Progresismo asturiano será una corriente homogénea caracterizada por su escaso radicalismo.

A mediados de siglo la estructura económica de Oviedo apenas había cambiado con respecto al siglo anterior: el único núcleo industrial relevante era Trubia, que desde 1848 albergaba las instalaciones de la Fábrica Nacional de Cañones donde trabajaban casi medio millar de obreros. La situación y demográfica se mantenía también en márgenes muy similares a los de periodos anteriores, mermándose el crecimiento demográfico por dos epidemias de cólera en los años 1835 y 1855 respectivamente. En los años cincuenta una crisis de subsistencias provoca fuertes altercados en toda España que derivan en una insurrección popular entre el 17 y el 18 de julio de 1854. El marqués de Camposagrado, autor del célebre Manifiesto del Hambre, impulsará una escisión dentro del Moderantismo asturiano que tendrá un papel destacado en la insurrección de 1854 y formará el núcleo de la futura Unión Liberal. Agudizada por la subida de los impuestos la Revolución de 1854 pondrá fin a la Década Moderada dando inicio al Bienio Progresista, breve periodo que será crucial para el desarrollo capitalista de los años siguientes. Camposagrado presidió una Junta Provincial creada expresamente en Asturias para encauzar el levantamiento, pero la iniciativa política correspondió a los Progresistas, que en las elecciones, para las que se había ampliado el censo al 5% de la población, obtuvieron la mayoría de los escaños en liza. Se producirá en estos años una reactivación del debate ideológico y de la lucha política que propiciará el desarrollo de movimientos que exigirán el sufragio universal.

Las políticas desamortizadoras de mediados de siglo supondrán una profunda transformación funcional de los edificios más significativos de la ciudad. A pesar de que en la práctica ninguno de los edificios de los conventos ovetenses llegue a salir a subasta pública, todos excepto el Monasterio de San Pelayo fueron incautados. Paralelamente se producen toda una serie de reformas administrativas que afectan al término municipal, dándole la conformación que tiene actualmente. El Ayuntamiento de Oviedo pierde por completo el control sobre Llanera, que se convierte en un ayuntamiento independiente, llegando a ser un concejo; por el contrario, los antiguos concejos de Tudela y Olloniego y parte de la Ribera de Abajo, perteneciente a Priorio, se incorporan a Oviedo. Ya en 1885 las parroquias de Trubia, Udrión y Pintoria pasan de pertenecer a Grado a ser parte del concejo de Oviedo. En lo tocante a las estructuras agrarias la revolución burguesa eliminó las instituciones feudales como señoríos o diezmos y se liberalizaba la propiedad rural al tiempo que se introducían en la misma formas de signo capitalista. En contraste con otras regiones españolas en Asturias este proceso no generó especiales tensiones por la debilidad del régimen señorial. Un rasgo de la desamortización asturiana fue la conservación de buena parte de los montes comunales por parte de los pueblos, circunstancia que posibilitó el mantenimiento de formas de explotación tradicionales.

Las desamortizaciones de Mendizábal, entre 1836 y 1851, supusieron la conversión de la nueva burguesía urbana, ante el desinterés de la nobleza y la situación precaria de los campesinos, en propietarios de tierra. Por el contrario las desamortizaciones promovidas por Pascual Madoz a partir de 1855 no resultaron atractivas, por el tipo de fincas sacadas a subasta y por las condiciones de pago, para las altas capas burguesas, resultando beneficiados los viejos propietarios y la pequeña y mediana burguesía. En conjunto la desamortización propició la aparición de una burguesía terrateniente, siendo contados los casos en que la propiedad de la tierra pasó a manos de sus cultivadores, situación que se acentuará en las décadas finales del siglo XIX ante el interés de los sectores acomodados por invertir en la compra de tierras. La consecuencia de todo ello fue un endurecimiento de las condiciones de vida de los colonos, a los que perjudicó también el crecimiento demográfico del siglo y la ausencia de instituciones de crédito accesibles a los labradores. La conflictividad social derivada de estas condiciones se vio notablemente atenuada en Asturias como consecuencia de la dispersión del campesinado y del flujo migratorio, que, convertido en fenómeno masivo en Asturias en la segunda mitad del siglo, permitió disminuir la presión demográfica y aportar nuevos recursos a la economía, familiar.

Durante la segunda mitad del siglo XIX la ciudad y el concejo experimentan una serie de transformaciones derivadas de la primera industrialización asturiana, que avanzará irregularmente y con capitales foráneos debido al costo de la industria hullera y de la siderurgia, el sector abrumadoramente predominante de la misma, a partir de la cual Oviedo se convierte en un vial esencial en el transporte de mercancías, gracias a su situación equidistante de las cuencas mineras y del litoral, que favorecerá su desarrollo comercial e industrial. A la Fábrica de Cañones de Trubia se le suman en 1854 la Fábrica de Armas de Oviedo, situada en el solar del antiguo Monasterio de la Vega, y fundiciones como La Amistad y Bertrand abiertas en 1856 y 1860 respectivamente, y la Fábrica de Gas fundada en 1858. En las décadas siguientes se va conformando el cinturón industrial en el entorno ovetense y los centros fabriles de Colloto, Lugones y Cayés, pertenecientes ahora a los municipios de Llanera y Siero. Subsecuentemente las comunicaciones experimentan un sensible desarrollo: poco antes de la década de los cincuenta se abrió el puente sobre el Nalón que permitió el tráfico rodado con Trubia; en los decenios siguientes Oviedo se confirmará como nudo vial al construirse las carreteras este-oeste hacia Santander, Galicia y Cangas del Narcea, y la red ferroviaria asturiana. En 1874 se inauguró la vía Gijón-León que pasaba por Oviedo. En 1883 entra en funcionamiento el ramal Oviedo-Trubia y al año siguiente se abre el paso de Pajares. En 1891 se enlaza Oviedo con el oriente asturiano a través de la vía estrecha y ya en el siglo XX El Vasco permite acceder desde Oviedo a San Estaban de Pravia y al valle del Caudal.

La industrialización incorporó a la población urbana y periurbana, Santa Clara, Foncalada..., nuevos sectores sociales de carácter obrero y nuevos comportamientos y planteamientos políticos. En 1892 se funda la Agrupación Socialista de Oviedo y también por estas fechas, según informa Fermín Canella, se crea la Agrupación Anarquista ovetense y comienzan a editarse los periódicos afines a uno y otro movimiento. Antes que finalice el siglo XIX se fundan las agrupaciones socialistas de Trubia y San Andrés y en 1901 se constituye en Oviedo la Federación Socialista Asturiana.

Durante el último tercio del siglo XIX, tras el fracaso de la Revolución Gloriosa y de la I República se consolidó el poder de bloque social integrado por la alta burguesía industrial y financiera y por los propietarios de la tierra. Este periodo se caracterizará en Asturias por su atonía política hasta la mitad de la década de los ochenta, con un predomino electoral del Partido Conservador, heredero del Partido Moderado, del Unionismo y de los sectores alfonsinos, que durará hasta la implantación del sufragio universal. La Unión Católica encabezada por Alejandro Pidal y Mon, de carácter tradiconalista, se plegará al liberalismo a raíz del cambio de estrategia de la Iglesia impulsado por León XIII, convirtiéndose Pidal y Mon en el principal cacique de Asturias. Por su parte el Partido Progresista era débil en Asturias, mientras que el republicanismo tenía cierto arraigo en Gijón y Oviedo, contando entre sus filas a personajes como Clarín. Este republicanismo tuvo su reflejo en la Universidad de Oviedo en el sector krausista de su profesorado. No será hasta los años noventa cuando la actividad política se reavive, especialmente a partir de la Guerra de Cuba durante la cual la burguesía y los sectores acomodados se movilizarán creando en Oviedo la Junta del Principado y patrocinando el envío de un batallón de voluntarios para defender la españolidad de la isla; este conflicto supuso la difusión de las ideas socialistas y republicanas que criticaron el sistema de reclutamiento que hacía recaer en las clases más humildes el peso de los conflictos bélicos.

Los primeros años del siglo XX trajeron consigo un estancamiento de la industrialización del Concejo de Oviedo. La economía ovetense se polarizó en torno al sector terciario en el contexto de una región donde predominaba la extracción hullera, que fue afianzándose desde las últimas décadas del siglo pasado al reorientarse hacia el mercado nacional, previa modernización y previa concentración de las pequeñas empresas junto con una entrada masiva de capitales vascos y catalanes, en buena medida gracias a una política estatal proteccionista que permitió a Asturias, cuyos carbones son por sus peculiaridades de difícil y costosa extracción, suministrar el 35 % del carbón consumido en toda España entre 1890 y 1913 (entre 1863 y 1890 sólo había aportado el 25%). El proceso de fusión de las pequeñas explotaciones vino acompañado de la aparición de nuevas sociedades empresariales que desarrollaron la minería en la cuenca del Caudal y la adquisición de compañías mineras por parte de industrias siderúrgicas de Langreo y Mieres que, convertidas así en complejos minero-fabriles, tuvieron un decisiva influencia en la vida económica asturiana. Simultáneamente, pero de forma tardía e insuficiente, se concluía la red férrea de la región, quedando finalmente comunicadas las cuencas con Castilla y con los puertos de Gijón y Avilés, que habían sido acondicionados para el tráfico de carbón. Por su parte la siderurgia asturiana, muy deficiente técnicamente y ligada a la minería desde su origen, acaba quedando subordinada a la industria vizcaína en calidad de suministrador de hierros y aceros bastos.

Las favorables condiciones de la minería entre el final del siglo XIX y principios del siglo XX propiciaron una aceleración del ritmo de creación de nuevas industrias que tuvo un decisivo punto de inflexión en 1898, al producirse la repatriación de capitales indianos. La burguesía autóctona adoptó además una postura más decididamente inversora, plasmada en el ámbito comercial, financiero e industrial, con el desarrollo de modernas sociedades anónimas vinculadas a consorcios nacionales para formar de holdings como el Crédito Industrial Gijonés, en detrimento de los tradicionales negocios familiares, y con la puesta en marcha de la banca moderna, en sustitución o muchas veces como evolución de los banqueros comerciantes tradicionales, que realizó importantes inversiones en la industria.

Pero la fragilidad del sector minero asturiano quedó de manifiesto al concluir la Primera Guerra Mundial: si desde 1914 experimentó Asturias un ciclo expansivo gracias al cese de las exportaciones inglesas, cuya demanda en España fue cubierta por la minería asturiana, no se aprovechó la coyuntura para modernizar las instalaciones sino que proliferaron los pequeños chamizos, de tal forma que la reaparición del carbón inglés en 1920 sumió al sector hullero asturiano en una crisis.

En todo caso, durante estos años se consolidaron las relaciones de producción capitalistas, sin que el desarrollo industrial pudiera absorber el flujo migratorio del campo asturiano –que tuvo Méjico, Argentina y Cuba como principales destinos-, pilar importante de la economía regional gracias a las remesas de dinero enviadas por los emigrantes. En esta época los capitales asturianos fueron vinculándose a los grandes grupos comerciales y financieros españoles e internacionales, se incrementó la población (a pesar de la inmigración) y se concentró en las ciudades de la zona central: Oviedo, Avilés, Gijón. Mientras, la producción agrícola se ajusta a las demandas de la economía urbana, disminuyendo los cultivos cerealísticos en favor de la patata y plantas forrajeras y especializándose los concejos del centro de Asturias en la producción ganadera y láctea.

La implantación de relaciones productivas capitalistas, que no fue plena hasta la política desarrollista del franquismo, comportó profundas transformaciones sociales entre las que destaca el engrosamiento de las clases medias urbanas y de la clase obrera de la región, así como el afianzamiento de la burguesía en sus fracciones industrial y financiera. La burguesía asturiana se define a lo largo del siglo XIX y fundamentalmente en sus últimas décadas, destacando el predominio del capital exterior en la minería y la aportación de los indianos. Con el desarrollo de la burguesía industrial y financiera se resquebrajaba la primacía de la antigua nobleza propietaria, al tiempo que los indianos se asentaban en el campo y en las antiguas mansiones señoriales y edificaban suntuosas viviendas al tiempo que sus sectores más pudientes pugnaban por hacerse con títulos nobiliarios, pugna en la que también intervendrán los financieros e industriales a partir de 1910.

En las cuencas mineras apareció la figura del obrero mixto, que compaginaba el trabajo en la mina o en la fábrica con la huerta y la ganadería, mayoritario hasta la Primera Guerra Mundial. Es en Gijón donde el mayor desarrollo industrial propició la aparición de población obrera en el sentido más estricto. Allí surgieron los primeros grupos obreros, generalmente vinculados a anarquistas, mientras en la cuenca minera el PSOE se convertía en el partido obrero más importante.

Como mecanismo defensivo frente a la amenaza socialista y anarquista la Iglesia promovió Círculos Obreros Católicos, que combinan actividades lúdicas con labores asistenciales, en la línea de los planteamientos de León XIII. En las labores de captación ideológica destacaron Maximiliano Arboleya y el Padre Pedro José Gafo. La Primera Guerra Mundial recrudece la conflictividad social y política, fraguándose un pacto de unidad de acción entre la UGT y la CNT culminado en el verano de 1917. Lo más característico de la crisis en Asturias será la huelga general de agosto, apoyada por socialistas, anarquistas y reformistas, y duramente reprimida por el ejército. En este contexto aparecen los primeros y exiguos movimientos regionalistas asturianos: La Junta Regionalista (que en realidad ya había surgido en 1916), creada por tradicionalistas y conservadores vinculados a Vázquez de Mella, y la Liga Pro-Asturias impulsada por el conservador Nicolás de las Alas Pumariño.

Con la crisis hullera que siguió a 1920 y la escisión comunista de 1921 debilitaron sensiblemente a los socialistas al revelarse ineficaz la práctica sindical moderada del SOMA, que bajo la dirección de Manuel Llaneza preconizaba moderación y apoyo circunstancial a las reclamaciones proteccionistas de la patronal minera en un contexto de despidos y rebajas salariales, con el consiguiente descrédito. Sin embargo el bisoño Partido Comunista, a pesar de contar con la adhesión de figuras como Isidoro Acevedo o Lázaro García y de haber arrastrado a un sector importante de las bases, consiguiendo arrebatarle temporalmente a Llaneza el control del SOMA, no logró un apoyo social importante. Al recuperar las riendas del sindicato Llaneza fuerza la expulsión de los comunistas que, junto con grupos anarquistas, crearon el pequeño pero combativo Sindicato Único Minero (SUM).

La Dictadura de Primo de Rivera surgió en una situación crítica para el Régimen de la Restauración, cuyos mecanismos caciquiles saltaban definitivamente por los aires ante la magnitud de desastres como el de Annual, con más de 12.000 soldados españoles muertos y que para más inri salpicaba incluso al Rey, que acendraron aún más la crispación social derivaba de la situación económica y de las protestas obreras. Las capas sociales hegemónicas reaccionaron apoyando una solución de orden que garantizase su posición.

Así, la derecha asturiana, especialmente la monárquica, apoyó con entusiasmo al régimen, nutriendo los cuadros del partido único, Unión Patriótica, presidida por el empresario minero José Sela, en cuya sección asturiana despuntarían nombres como los Revillagigedo o los Canillejas, antiguos caciques, junta a miembros del empresariado como los Figaredo, los Aza o los Rodríguez San Pedro. También la burguesía indiana se adherirá a la Dictadura, consiguiendo gran protagonismo en la política municipal y provincial, y consolidando de esta forma un prestigio social acorde con su estatus económico.

Debe reconocérsele al régimen de Primo de Rivera haber saneado la administración, consiguiendo impulsar, merced a las donaciones de los indianos, importantes obras públicas, y haber dado un notable empuje a los sistemas de asistencia social y a la educación. También con capital indiano, junto con la aportación de los vecinos de las zonas rurales, se construyeron en Asturias a lo largo de los años veinte 1.475 escuelas.

El Directorio trató de potenciar la actividad de los ayuntamientos desde una retórica ideológica regeneracionista que blasonaba una supuesta gestión municipal al margen de filias partidistas. Se promovían a tal efecto campañas en la prensa regional que el caso de Oviedo magnificaron la figura del alcalde, a la sazón el comandante Fernández Ladreda, presentándolo como ejemplo de probidad e independencia ideológica. Curiosamente Fernández Ladreda, impulsor de varias mejores en las infraestructuras oventenses, fue cesado fulminantemente en 1926 al apoyar una protesta del cuerpo de Artillería contra un decreto que regulaba la promoción en los escalafones del arma.

El descenso de los índices de analfabetismo, que pasaron del 47% de 1920 al 34% en 1930, amplió el nicho comercial de las publicaciones escritas y convirtió a los periódicos en un arma política de primer orden. Mientras que La Voz de Asturias, dirigida por José Tartiere, pasó de un apoyo circunstancial a la Dictadura a reclamar la democratización del Régimen, el más sólido apoyo de éste fue el diario Región, fundado en 1923 con importantes aportaciones económicas de miembros de la burguesía regional, que buscaba mitigar la influencia de los pocos rotativos de oposición y especialmente del consolidado diario reformista El Noroeste.

Uno de los aspectos más destacados de la Dictadura de Primo de Rivera fue el activo colaboracionismo del PSOE y la UGT, y en el caso de Asturias del SOMA (Manuel Llaneza fue una de las primeras personalidades políticas en entrevistarse con Primo de Rivera), que a cambio de conservar la integridad de aparato organizativo y de no ver cerrados sus locales actuaron como auténticos frenos de las reivindicaciones obreras, especialmente en Asturias, llamando a la serenidad ante la política de congelación salarial. Subsiguientemente unos meses después de la entrevista de Llaneza con el dictador, el Gobernador Militar Zubillaga suspendía en marzo de 1924 las actividades del Sindicato Único de Obreros Mineros; en contraste con el trato de favor hacia las organizaciones socialistas, los comunistas y sobre todo anarquistas eran hostigados.

Sin que los éxitos de la Dictadura en el ámbito agropecuario dejen de ser discretos, sin lograr el acceso del grueso del campesinado a la propiedad de la tierra o la difusión de maquinaria y nuevas variedades de ganado vacuno, y sin conseguir frenar el flujo migratorio del campo asturiano, sí se detecta una cierta transformación de las estructuras agrícolas asturianas en el sentido de incrementar el predominio de la ganadería, quedando el escaso regadío de la región reducido en un 75 % y llegando a ocupar la provincia de Oviedo el primer puesto de España en producción de leche y derivados (si bien, la transformación de la leche se llevaba a cabo por procedimientos artesanos y apenas representaba un tercio del consumo total).

Los mayores éxitos de la Dictadura se produjeron en el ámbito de las obras públicas, mejorándose la instalaciones portuarias de Candás, Cudillero, Ribadesella y en especial los puertos de San Esteban de Pravia, Avilés y Gijón. No se ampliaron significativamente las carreteras pero sí se repararon las ya existentes, muy deterioradas, en un momento en que los automóviles aumentaban exponencialmente, en un 111% entre 1923 y 1928.

Tal dinamización de las comunicaciones traslucía la intensa actividad de sectores como la construcción, la siderurgia, que seguía siendo sin embargo dependiente de la industria vasca, y la minería que alcanzaba en 1929 los 4,8 millones de toneladas extraídas frente a los 3,8 de 1923.

Pero el alza de la minería no respondió a una mejora estructural sino a nuevas medidas proteccionistas y al descenso de los costes de producción mediante la reducción de los salarios y el incremento de la jornada laboral. Ello da cuenta de las dificultades vinculadas a las mejoras económicas del periodo que fueron además muy escasas en otros sectores de la economía asturiana, reduciéndose el número de sociedades mercantiles creadas hasta 1926 y disminuyendo la inversión de capitales conforme se acercaba la década de los treinta. Estos datos permiten inferir que la crisis nacional que se derivó del fin de la I Guerra Mundial fue más acusada en Asturias.

En esta coyuntura la política colaboracionista del SOMA, apoyando incluso a la Junta Asturiana de Fomento y Defensa de los Intereses Regionales, formada por varios ayuntamientos y diputados y enfocada a la defensa del proteccionismo industrial, y convirtiéndose por tanto en un grupo de presión en defensa de los intereses de la patronal, le grajeó una espectacular pérdida de afiliados, pasando de los 20.000 con que contaba en 1921 a apenas 3.000 en 1930. Paralelamente los comunistas y los anarquistas, objeto de una activa represión agudizada tras el fracaso de la sanjuanada, se afianzaban; los comunistas, a pesar de sus enfrentamientos internos derivados de la presencia de una fracción troskista que daría lugar al grupo Bolcheviques del Nalón, lograron alcanzar los 9.000 afiliados al Sindicato Único Minero en 1931.

A principios de 1930, momento en que empezaban a sentirse en España los efectos de la crisis del 29, la Dictadura ya no contaba con ningún apoyo real en Asturias. El sector más radical del Partido Reformista, liderado por José Manuel Pedregal manifestaba explícitamente su rechazo al tiempo que Antonio L. Oliveros, director del Noroeste, convertía la redacción de su diario en un foco conspirativo. La posición de Melquíades Álvarez fue sin embargo muy ambigua: tras el fracaso del intento de Golpe de Estado de 1926, cuyo manifiesto había redactado, cayó en un periodo de inactividad de la que salió para convertirse en uno de los escasos defensores de Alfonso XIII, posición que trocaría en rechazo en un momento, en vísperas de la proclamación de la República, en que la monarquía ya había perdido toda credibilidad.

También los sectores monárquicos como el liderado por Sánchez Guerra, quien fue agasajado por los obreros armeros de la Fábrica de Armas de Oviedo durante un viaje que hizo en 1927, se volvieron contra la Dictadura, defendiendo El Carbayón, dirigido por Ignacio Herrero, la necesidad de retomar el marco constitucional.

En agosto de 1929 la dirección nacional del PSOE decide la ruptura con el régimen que en Asturias se consuma al enfermar Llaneza y tomar las riendas del SOMA González Peña.

Tras la dimisión de Primo de Rivera y su posterior exilio los exiguos gobiernos de Berenguer y Aznar trataron vanamente de recomponer los apoyos políticos de la monarquía. Se producía simultáneamente una paulatina radicalización del movimiento obrero que permitió al SOMA recuperar parte de su antigua afiliación, en un momento de cierta bonanza para la minería que justificaba el endurecimiento de sus exigencias. La CNT fue legalizada en abril de 1930 y junto con el PCE espoleó la conflictividad laboral logrando el Sindicato Único movilizar a 14.000 mineros contra las directrices del SOMA en noviembre del mismo año. La agitación social alcanzará su punto máximo con la huelga general en apoyo a los capitanes Galán y García Hernández, que tuvo especial eco en Asturias.

Con la llegada de la II República, los partidos de clase comenzaron a manifestarse nuevamente con la acción inicialmente de los anarquistas, se acentuó con el cambio de gobierno en España en 1993. Acción Popular, formación promovida por Herrera Oria y Gil Robles que contó con el beneplácito de importantes sectores de la burguesía industrial y financiera y con el apoyo decidido de la Iglesia, caracterizada por su solidez interna y por haber logrado aglutinar desde grupos tradicionalistas hasta monárquicos alfonsinos, pasando por republicanos católicos. En el caso asturiano las posiciones accidentalistas propugnadas por Gil Robles no suscitaron el rechazo de las facciones monárquicas, logrando importantes avances electorales. Conto asimismo con el apoyo de parte importante de la prensa regional –El Carbayón, El Comercio, La Voz de Asturias, La Prensa y el ovetense Región- a excepción de El Noroeste, rotativo gijonés controlado por los reformistas, y Avance, diario socialista aparecido en 1931 que iba afianzando paulatinamente su influencia entre los obreros asturianos.

En este periodo el movimiento obrero experimenta notables transformaciones cuya nota más característica quizás fuera el viraje del socialismo asturiano desde las posiciones netamente socialdemócratas de la época de Llaneza y de los primeros momentos de la República hacia posturas revolucionarias, cercanas a las de los comunistas, conforme crece el desencanto con el régimen republicano y especialmente con la victoria electoral de la CEDA en 1933, que culminan en Octubre del 34.

Desde los inicios de la República el SOMA va recuperando progresivamente su influencia y sus mejores niveles de afiliación, al tiempo que radicaliza sus posturas, quedando relegado el SUM, que además había roto relaciones con la CNT, a pequeños feudos como Turón en un momento en que el PCE atravesaba una situación de crisis interna. La radicalización del SOMA es patente sobre todo a partir de 1933, año en que las huelgas ocasionan pérdidas de cinco millones y medio de pesetas frente a los tres millones de pesetas de 1930. Asturias se convierte en 1933 en la región más conflictiva de España; en ese año la agudización de los efectos de la crisis económica se traducen en cierres de explotaciones, reducciones de plantillas… y en un recorte creciente de las conquistas sociales que determina un proceso de afiliación masiva de la población trabajadora asturiana: en vísperas de la Revolución del 34, con una población obrera de 100.000 trabajadores, el porcentaje de afiliación superaba el 70 %, correspondiendo un 60 % de las adscripciones a la UGT, más de un 30 % a la CNT y el resto a la CGTU (en las estaban los restos del SUM).

La coalición formada por Acción Popular y el Partido Liberal- Demócrata alcanza la victoria en las elecciones a Cortes de 1933, consiguiendo en Asturias hacerse con 13 de los 17 diputados en liza. La CEDA desplegó un importante aparato propagandístico en el que no faltaron guiños, por parte de Fernández Ladreda en el caso asturiano, a los regímenes alemán e italiano.

Los recelos ante la CEDA, que no participó inicialmente en el gobierno de la Nación a pesar de haber ganado las elecciones, y el desengaño de la participación socialista en el gobierno republicano del primer bienio incrementaron la radicalización de los obreros de la región hasta el punto de posibilitar una alianza de las diversas organizaciones sindicales que formaron la UHP (Unión de Hermanos Proletarios), apartando por el momento sus diferencias. En marzo de 1934 se establece el pacto de la Alianza Obrera entre los efectivos regionales de la CNT, transgrediendo los acuerdos nacionales de los anarquistas, las fuerzas socialistas de PSOE-UGT, los reducidos efectivos del Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista y finalmente, tras titubeos iniciales, el PCE.

Los primeros momentos de Octubre de 1934 estuvieron marcados por la iniciativa de los revolucionarios de las cuencas mineras que, tras tomar los cuarteles de la Guardia Civil de sus respectivas localidades, se aprestaron al asalto de Oviedo, donde sus filas fueron engrosadas por los obreros ovetenses. Las primeras en penetrar en la capital fueron las milicias de la cuenca del Caudal el día 6, que habían avanzado por la carretera vieja de Mieres reclutando adeptos en el núcleo obrero de Olloniego –donde cuartel de la Guardia Civil fue rendido el día 5- protagonizando un duro choque con las fuerzas gubernamentales en la Manzaneda. Los revolucionarios se hicieron rápidamente con la capital, ante la inoperancia del ejército, consiguiendo controlar el ayuntamiento y otros enclaves estratégicos. Paulatinamente otras columnas obreras que habían quedado rezagadas avanzaban hacia la capital, participando en el traslado de cañones desde la Fábrica de Trubia, explosivos procedentes de La Manjoya etc. Las tropas gubernamentales quedaron aisladas en los cuarteles de Santa Clara y Pelayo (El Milán), mientras que las organizaciones obreras controlaban toda la ciudad procediendo a establecer una suerte de orden revolucionario.

Frente a la propaganda de la prensa derechista, que presenta unas hordas borrachas entregadas a una orgía destructiva, la realidad es que la insurrección se desarrolló con una notable disciplina. Las organizaciones obreras crearon diversos comités encargados de la “Información Revolucionaria”, “Transportes”, “Orden Público” o “Sanidad”, y dispusieron medidas como la supresión de la moneda, sustituida un sistema de vales y la reconversión de algunas industrias regionales que pasaron a fabricar camiones blindados y bombas de diversos tipos.

Pero la poca trascendencia de la insurrección en el resto de España, que en realidad fue planteada por la dirección nacional del PSOE como un golpe de efecto para obligar a Alcalá-Zamora a reconsiderar la incorporación de Gil-Robles al ejecutivo, mientras que la actitud de la CNT era ambigua y los jornaleros estaban desmoralizados tras la ineficacia de la durísima huelga del campo de junio de ese mismo año, dejó a los insurgentes asturianos completamente aislados. Controlada la situación en el resto del Estado pudo el gobierno volcar en Asturias todos sus efectivos militares, entre ellos las tropas de Regulares y la Legión Extranjera, encargándose el general Franco de la dirección de las operaciones desde Madrid. Así, el día 11 una columna militar proveniente de Galicia y dirigida por el general López Ochoa consigue enlazar con las tropas del cuartel de Pelayo, prolongándose los combates durante una semana y finalizando la experiencia revolucionaria con una rendición pactada, cuyos términos fueron incumplidos, entre López-Ochoa y Belarmino Tomás, al comprender los insurgentes que sus posibilidades de éxito eran nulas.

La revolución dejó en conjunto 1.100 bajas, de las que 43, entre las que se incluyen 33 religiosos, se produjeron fuera de los combates a manos de incontrolados. Los daños en el caserío y en las infraestructuras de Oviedo fueron enormes, al no lograr los insurrectos controlarla en su totalidad, sucediéndose enfrentamientos de especial dureza. Edificios representativos quedaron arrasados: el día 11 los insurgentes se vieron obligados a volar la Cámara Santa al haber emplazado allí los militares, que se habían hecho fuertes en la Catedral, una ametralladora; el mismo día un incendio aún no aclarado destruía la biblioteca de la Universidad de Oviedo y la mayor parte del edificio histórico; también pasto de las llamas fueron la Audiencia, situada en el Palacio de Camposagrado, el Palacio Episcopal y el Teatro Campoamor, en este caso ocasionadas por las tropas gubernamentales. Menos llamativas, pero también importantes, fueron las destrucciones de otro centenar de edificios de la ciudad y las pérdidas ocasionadas por los saqueos e incautaciones. Sofocada la insurrección, la regularización de los abastecimientos a Oviedo precisó arbitrar créditos, indemnizaciones y moratorias, viéndose obligado el Consejo de Ministros a crear una Junta de Socorro para administrar los auxilios asistenciales y económicos, reforzados posteriormente con créditos de hasta 70 millones de pesetas.

La guerra civil española se caracterizó en Asturias por quedar aislados los insurrectos desde los inicios del alzamiento en dos únicos focos: Gijón, donde la guarnición del Cuartel de Simancas se rebeló siendo reducida tras un mes de resistencia, y Oviedo. El ambiguo comportamiento del general Antonio Aranda Mata, al frente de las guarniciones del capital, desconcertó a la mayoría republicana ovetense y le permitió acogotarla con facilidad. El día 20 de julio el mando ovetense declara finalmente el estado de guerra y ocupa las posiciones estratégicas en la periferia de la ciudad. Oviedo quedó convertida en una isla rebelde. Los combates alcanzaron varias veces los barrios de la misma ciudad, siendo crítica la situación de los sublevados a mediados de octubre; pero el día 17 las columnas rebeldes, que avanzaron desde Grado hasta el centro de Asturias lograron romper el cerco republicano por El Escamplero y crear un estrecho pasillo por el que abastecer a la ciudad. No cejó sin embargo el asedio de los gubernamentales, convirtiéndose finalmente en gran ofensiva en febrero y marzo de 1937. A pesar de que la ciudad fue bombardeada desde tierra y aire no consiguieron los republicanos rendirla; unas tropas republicanas que fueron debilitándose paulatinamente hasta que en octubre de 1937, en el marco de las operaciones del frente Norte que permitieron a Franco desplazar a la región 100.000 efectivos con el apoyo de 100 aviones al haber caído Bilbao -19 de junio- y Santander -26 de agosto-, se desmoronaron en bloque. El cerco a Oviedo duró quince meses, convirtiéndose la ciudad en un símbolo de la propaganda franquista y siendo incluida en el programa de reconstrucción de regiones devastadas (lo que daría origen al plan Gamazo de urbanización) al quedar destruidos barrios enteros como el de San Lázaro y afectados numerosos edificios.

Las destrucciones bélicas en la ciudad de Oviedo tardaron años en repararse, asimismo la reactivación de las actividades comerciales requirió la prolongación de pagos y moratorias y exenciones fiscales hasta 1941. El sistema de comunicaciones salió también muy dañado, sobreañadiéndose al estado calamitoso de la red viaria la falta de carburantes que hubo de ser suplida con los gasógenos (cuya potencia de tracción es muy inferior a la de la gasolina). Esta circunstancia revalorizó el ferrocarril que también sufría por su parte la escasez y la obsolescencia de los materiales y que únicamente estaba electrificado el tramo de Lena a Busdongo.

La planificación autárquica, producto del aislamiento político español durante la postguerra, supuso el impulso de sectores económicos como la minería, que alcanzó su mayor importancia debido a ser la única fuente energética disponible en España. Asturias atrajo mano de obra mediante ventajas sociales como los economatos, exención del servicio militar, concesión de viviendas a bajo precio o primas a la sobreproducción. Ello produjo un gran incremento de la población regional, sobre todo en Gijón, Avilés y Oviedo. La migratoria a América era ahora mucho menor. El campo experimentó durante el franquismo importantes transformaciones productivas, consolidadas plenamente a partir de los 60 y en consonancia con el definitivo desarrollo industrial de España que impulsó el régimen. Los planes de desarrollo y estabilización de finales de los cincuenta traerán consigo la decadencia de la minería de la hulla con la electrificación ferroviaria y el funcionamiento industrial con otros carbones foráneos. El agrupamiento de empresas mineras en la estatal HUNOSA no sirvió para frenar la tendencia.

La principal oposición al franquismo fue el Partido Comunista de España. Tras la actividad guerrillera de los primeros años, se sirvió de las posibilidades legales del sindicalismo franquista. Así se produjeron las grandes movilizaciones de los años 60, en principio con reivindicaciones salariales y laborales recogidas, aunque no suficientemente cumplidas, en la propia legislación laboral del Régimen.

Todo este cúmulo de cambios reactivó a las organizaciones obreras y revirtió en un notable incremento de la conflictividad social. El primer despunte de este fenómeno tuvo lugar en 1957 con la huelga de la mina La Camocha en Gijón, prosiguiéndose con la organización de las comisiones obreras las huelgas de 1962, 1963 y 1964. Sin embargo la actividad comunista, tras la ilegalización de Comisiones Obreras por el Tribunal Supremo en 1967, caería en un periodo de estancamiento en buena medida por haber privilegiado a un sector en clara regresión como era la minería desatendiendo a otros tan relevantes como el metal. Esta estrategia comenzaría a ser corregida a partir de 1970, permitiendo además el acceso al aparato del Partido de profesionales provenientes de capas obreras y funcionariales distintas.

Arte y Monumentos

Ver: Arte y Monumentos de Oviedo

Calles y lugares de Oviedo

Ver: Relación de calles y lugares de Oviedo

Bibliografía

  • Fermín Canella. El Libro de Oviedo (Edición especial para el Excmo Ayuntamiento de Oviedo). Colección: Biblioteca de Autores Asturianos. Edición: Editorial Auseva S.A.; Gijón, 1990.
  • Santos M. Coronas González. El orden medieval de Asturias. Discurso de ingreso como miembro de número permanente del Real Instituto de Estudios Asturianos, leído el 17 de mayo de 2000. Contestación de Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar. Edición: RIDEA; Oviedo, 2000.
  • José Manuel Gómez Tabanera. Orígenes sociales de la Monarquía Asturiana -a la luz de la Antropología y Etnohistoria. Discurso leído el día 23 de mayo de 1985, en el acto de recepción pública, como Miembro de Número electo (del Real Instituto de Estudios Asturianos), del ILMO. SR. D. José Manuel Gómez-Tabanera. Contestación por el ILMO. SR. D. José Luis Pérez de Castro. Edición: RIDEA; Oviedo, 1986.