Quiñones

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Linaje de origen leonés asentado en la divisoria asturleonesa de los Barrios de Luna, encumbrado al calor de la guerra sucesoria entre Pedro I y Enrique de Trastámara o Enrique II.

Los dos últimos siglos de la Edad Media vendrían marcados en el contexto de la corona de Castilla por la influencia de una serie de poderosos familias nobiliarias que, por controlar un importante número de rentas y señoríos, incrementados por las mercedes enriqueñas, (recompensas concedidas por Enrique II a los nobles que tomaron su partido), se erigieron en árbitros de la situación política. Tal sería el caso de los Quiñones, cuyo primer miembro destacado fue el adelantado Pedro Suárez de Quiñones, hijo de Suero de Quiñones quien encontró la muerte luchando al lado de Enrique de Trastámara en la batalla de Nájera. Pedro Suárez es nombrado adelantado Mayor de León y Merino de Asturias, teniendo que reprimir a los Omaña, linaje entroncado con los Quiñones según cuenta el padre Carvallo. Su hermano Arias Pérez de Quiñones recibió de Enrique II los términos de Tineo, Cangas del Narcea y Allande.

Los conflictos entre el conde de Noreña Alfonso Enríquez y los monarcas, determinaron a Enrique III a enajenar sus propiedades cediéndoselas a los Quiñones, que añadieron así a sus dominios los concejos de Llanes, Ribadesella, Noreña, Siero, Avilés, Pravia, Grado, Somiedo, Tineo, Cangas del Narcea, Navia y Allande en Asturias; y Laciana, Ribadesil, Puebla de Lillo y Gordón en territorio leonés.

A Pedro Suárez de Quiñones le sucede como cabeza de familia su sobrino Diego Fernández de Quiñones, Merino Mayor de Asturias y consejero de Enrique III, también conocido como Diego Quiñones de Aller, hijo de Leonor de Quiñones y de Diego Fernández de Aller. El padre Carvallo cuenta cómo la ciudad de Oviedo se negó a pagarle la merindad al no residir en ella ni cumplir con sus obligaciones, incidente que se salda con el nombramiento de un representante del de Quiñones. Diego Quiñones pretendió además apoderarse de la villa de Avilés, enviando al efecto a Gonzalo Fernández de Pajares que logró tomar el alcázar; al no respetar Quiñones los fueros de la ciudad se produce un alzamiento dirigido por Martín de las Alas y Pedro de Valdés que lograron rechazar la opresión señorial. También quiso hacerse con Cangas y Tineo alegando que formaban parte del patrimonio de su tío.

El primogénito de Diego Quiñones de Aller fue Pedro de Quiñones, señor de Luna, quien combatió a los musulmanes en Granada y Jaén, y tomaría posteriormente el partido del almirante don Fadrique y del conde de Benavente, sus cuñados. Trató de capitalizar el rechazo al condestable Álvaro de Luna existente en Asturias, para extender su dominio a todo el Principado. Su hermano fue el célebre Suero de Quiñones, héroe que defendió el «Passo Honrosso» por el Puente de San Martín de Órbigo entre el 10 de julio y el 19 de agosto de 1434, episodio que inspiraría a Cervantes. Con estos dos Quiñones los abusos constantes que la familia venía cometiendo desembocarán en un enfrentamiento abierto con la realeza: Juan II encomienda al Príncipe de Asturias don Enrique recuperar sus mayorazgos asturianos. El príncipe envía a Asturias a los capitanes Fernando de Valdés, Gonzalo Rodríguez de Argüelles y Juan Pariente de Llanes para someter a los Quiñones y rescatar las fortalezas, villas y lugares que se habían apropiado. Ante las dificultades con se toparon decidieron convocar una junta de Hidalgos en Avilés, villa favorable al rey, para canalizar la oposición a los Quiñones. Se acordó jurar lealtad al rey, que a cambio se comprometió a ejercer perpetuamente la jurisdicción sobre las tierras de los Quiñones, no enajenándolas ni devolviéndoselas a sus descendientes. Las resoluciones de la junta quedaron recogidas en un memorial que Juan Pariente de Llanes envió al monarca. El compromiso del rey fue suficiente para suscitar una alianza que logró finalmente someter a Pedro y Suero y a todos sus parientes.

El sucesor de Pedro de Quiñones, Diego Fernández de Quiñones, conde de Luna, logró el control nuevamente de los dominios de su padre, apoyando la causa de don Alfonso, hermano de Enrique IV de Castilla, y promoviendo diversos conflictos. Su muerte, y el centralismo a ultranza de los Reyes Católicos, política que sentaría las bases de la monarquía moderna, iría liquidando progresivamente el poder de los Quiñones y, en general, de la nobleza terrateniente. Último vestigio del antiguo poder de la familia fue el pleito iniciado en 1553 por Claudio Vigil de Quiñones sobre sus derechos en las villas de Cangas y Tineo, fallado a favor del rey.