9 de mayo de 1808

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Fotografía de la placa conmemorativa del primer centenario del levantamiento del 9 de mayo, situada en la Calle Cimadevilla de Oviedo

Cuando durante la mañana del 9 de mayo de 1808, se produjo, en la actual Plaza de la Catedral donde se encontraba la Administración de Correos la lectura del correo procedente de Madrid, con la narración de los graves incidentes del 2 y 3 de mayo, los ovetenses tuvieron que escuchar los nombres de sus paisanos y familiares fallecidos. Las autoridades, ese mismo día, recibieron también el bando de Murat, Gran Duque de Berg y Carnicero de Madrid con las disposiciones del Gobierno para contener al pueblo y mantener el orden público. La indignación se extendió, siendo los propios ciudadanos, mediante una algarada, los que impedirían la publicación del bando.

Después de la lectura del correo, con los ovetenses ya enfurecidos, una comitiva que partió de la Real Audiencia formada por los magistrados y Nicolás Llano Ponte, Comandante Provincial, escoltados y con el necesario tambor, pretendieron publicar el bando de Murat. De la Escosura se dispuso a leerlo, pero la algarabía en las calles no le permitía hablar. Frente a la fuente de Cimadevilla, María Andallón y Joaquina Bobela, estallaron en gritos «¡qué no se publique!» A partir de aquí, otras personas se sumaron a la indignación, como el médico Tomás Reconco o el Conde de Peñalva que lanzaron la consigna : «¡A las armas!» Los sublevados rompieron el parche del tambor de la guardia que acompaña al comandante, lo cual impedía el formalismo de la lectura del bando (ley no promulgada, ley no válida), y comenzaron a tirar piedras, zarandear e insultar a los magistrados que retrocedieron y se refugiaron en la Audiencia. La escolta decidió no disparar contra el pueblo fundamentalmente por dos motivos, por encontrarse entre éste personajes de la alta nobleza (el Marqués de Santa Cruz), del clero y multitud de estudiantes universitarios y por verse ampliamente superados en número. Desde el balcón de la Real Audiencia , el obispo Hermida procuró sin éxito, calmar a la muchedumbre.

El pueblo de Oviedo seguía reclamando a gritos el bando de Murat para quemarlo. Cada vez más gente se arremolinaba en la puerta de la Audiencia. Una columna de estudiantes y otra de vascos, trajeron las armas de fuego, procedentes del asalto a la fábrica de armas. Tomaron al asalto la Real Audiencia entre gritos de «¡viva la religión!» y «¡Viva el Rey!»

Comandados por el Procurador General y otros personajes de Oviedo el bando se quemó en el actual Parque de San Francisco. A las cinco de la tarde de ese mismo día, se reúnen representantes de las clases bajas y algunos diputados y entre todos deciden no reconocer más Rey que a Fernando VII y confiarse a la Junta, en lugar de a la Audiencia.

Fotografía de la placa conmemorativa del segundo centenario del levantamiento del 9 de mayo. Gentileza de José Antonio Cabo

Esa misma tarde del día 9, el alcalde José María García del Busto, convocó la Junta General del Principado. En la reunión, los participantes en la Junta se dividieron en dos bandos, los partidarios de luchar contra el francés (García Del Busto y el Marqués de la Santa Cruz como figuras destacadas), frente a diferentes autoridades civiles y militares que pretendían colaborar con la invasión acatando el bando de Murat. Se impusieron los primeros y se aprobó la organización de un ejército asturiano que como primera medida mandaría expediciones a comprobar la situación existente en las provincias limítrofes de Galicia, Cantabria y León.

He aquí la intervención de Joaquín de Navia Osorio, Marqués de Santa Cruz de Marcenado :

«La tierra que pisamos quisiera yo se abriese en este instante y nos tragase a todos para que se sepultase en sus entrañas tanta pusilanimidad y cobardía. Quédense en su abyección y en su egoísmo los que se resignen a ofrecer sus cuellos a las argollas que les remachará el usurpador; pero yo marcharé solo a encontrar sus legiones en el confín de Pajares con un fusil, cuya bayoneta clavaré en el primero que intente poner en él su planta. Me matarán y pasarán sobre mi cadáver, si no lo hiciesen pedazos; mas la posteridad sabrá que hubo un astur leal y bizarro que murió resistiendo solo en la invasión de este noble suelo.»

Oir hablar en estos términos al hombre más rico de todo el Principado, ya de sesenta años, decidió la cuestión en la Junta a favor de la lucha contra el francés.

Las resoluciones que se tomaron en la Junta este 9 de mayo de 1808 por la tarde fueron las siguientes:

Don Carlos Escosura López, Secretario de Cámara de la Real Audiencia de esta ciudad de Oviedo, y de gobierno de este Principado de Asturias, &c.

CERTIFICO: Que de la Junta general de este dicho Principado que actualmente se está celebrando, resulta el acuerdo siguiente: En la Sala Capitular de la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad de Oviedo, a nueve días del mes de Mayo de 1808 años, se presentaron los Sres. Ministros todos de este Real acuerdo, los Sres. Comandante de armas y municiones de este Principado, Marqués de Santa Cruz, Coroneles D. Vicente Acevedo y D. Isidro Antayo, los Párrocos y otros Caballeros individuos de la principal nobleza residentes en esta ciudad, como también los apoderados de los concejos, cotos y jurisdicciones del Principado, todos con el objeto de tratar y conferenciar lo conveniente en razón de las noticias y ocurrencias del día, y se acordó: Lo primero: Que los Sres. Párrocos de la ciudad que asistieron a esta Junta, desplegando un celo saludable por su quietud pública, cooperen con sus cristianas persuasiones y notoria prudencia al logro de un fin tan precioso y tan digno de llamar la atención de los señores de la Real Audiencia y vocales de la Junta; a cuyo objeto trabajen igualmente dichos señores vocales por todos los medios que les dispensa la consideración que merecen al pueblo. Lo segundo: Habiendo dado lugar los Sres. Ministros, Comandantes y Párrocos, a quienes salieron a despedir una gran porción de los señores vocales, se acordó a la unanimidad con motivo de haber visto y presenciado los señores vocales de esta Junta el noble entusiasmo que agitaba el pueblo y que no terminaba a otra cosa, según la expresión de la voluntad general que a la conservación de la Monarquía y a la defensa de la patria, que la Junta no puede menos de penetrar de estos sentimientos buenos en sí mismos, y que no pueden producir jamás malas resultas, siempre que el pueblo los abrigue y despliegue, no tumultuariamente sino bajo la dirección y gobierno de las legítimas autoridades y de sus naturales representantes, que para que tengan efecto sus buenas intenciones puramente decisivas y que no tengan ninguna mira hostil ni subversiva; desde luego la Junta aprobando el celo que manifiesta por la conservación de la Real Familia y defensa de la patria, desea contribuir a que realice su plan en la forma dicha. Para que pueda tener el pronto efecto a que aspira el pueblo, se da comisión a los Sres. Marqués de Santa Cruz, Conde de Toreno y D. Manuel de Miranda, para que presenten y traigan a la Junta a la mayor brevedad posible, el plan orgánico y que abrace en cuanto pueda todos los ramos de su dependencia que es del todo necesario para la ejecución de la idea adoptada; cuyo plan visto y reconocido por la Junta, servirá de norte para el Gobierno, el barómetro para la calculación de la fuerza y para el uso de ella tan oportuno como correspondiente al noble esfuerzo de unos pueblos tan robustos como generosos, a quienes se procurará hacer entender este acuerdo por los Sres. Vocales, los cuales así lo consideran preciso para inspirarle el buen orden y tranquilidad de que tanto necesitan en medio de su ardimiento. Y conviniendo que las provincias limítrofes, León, Galicia y Santander entiendan las disposiciones contenidas en este acuerdo, y que la Junta se entere de las que serán en aquéllas, partan desde luego a sus respectivas capitales dos señores Comisionados, nombrándose para la de León a los Sres. D. Francisco Miravalles Unquera y D. Pedro Álvarez Celleruelo; para Galicia a los Sres. D. Vicente Morán Lavandera y D. Joaquín Antonio Sánchez, y para Santander a los Sres. D. Alonso Victorio de la Concha y don José Carrandi, dándoseles testimonio de este acuerdo para llevar a efecto su comisión. Y para que así conste, cumpliendo con lo acordado, doy la presente que firmo por triplicada una para cada uno de los señores Comisionados.

Oviedo y Mayo 9 de 1808. Carlos Escosura López.

No sólo con el apoyo de parte de la nobleza, éstas resoluciones también fueron realizadas bajo una fuerte presión de las clases populares y cuando ésta se hizo más soportable para las autoridades, cuatro días después, el día trece del mismo mes, la Audiencia las anuló.

«De todos los hechos que hasta ahora hemos relatado se deduce que no fue la Junta General quien provocó el motín del día 9; que ésta, una vez que estallaron los incidentes, se limitó a plegarse a las peticiones populares, procurando ante todo restablecer el orden público y evitar una radicalización del movimiento. Y que cuando consideró que había retornado la calma, se retractó de todas sus decisiones anteriores y colaboró con la Audiencia en la adopción de medidas tendentes a borrar los efectos del motín» La guerra de la independencia en Asturias, pág. 75

Sin embargo, la agitación popular continuó. Simultáneamente, un golpe revolucionario era preparado en la sombra por diversos personajes (García del Busto y Llano Ponte entre ellos), un golpe que sería llevado a cabo el día 25 de mayo de 1808 con la creación de una nueva Junta que no reconocería el poder de la Audiencia.

Bibliografía