Marica Andallón
Se llamaba en realidad María Josefa Francisca González y Suárez. Heroína de la Guerra de la Independencia. Nació en Oviedo, aunque su familia era originaria de Andallón (Las Regueras), el 8 de enero de 1764 y falleció en esta misma ciudad en 1848. Huérfana desde muy joven y madre soltera, trabajó como sirvienta en varias ciudades españolas y en Burdeos. Tomó parte en diversos episodios de la lucha por la independencia frente a la invasión napoleónica. El 9 de mayo de 1808, al conocerse por correo los sucesos del 2 de mayo en Madrid, Marica Andallón, Juaca Bobela y un nutrido grupo de patriotas se opusieron a la publicación por el secretario de la Real Audiencia del bando del general francés Murat; posteriormente participó en los preparativos del levantamiento del 25 de mayo.
Durante la Guerra de la Independencia ocultó a vecinos comprometidos, participó en la creación de una suerte de Asociación de Caridad para auxiliar a los heridos de uno y otro bando, encargándose además de recabar artículos de primera necesidad para los mismos, que se hallaban en los hospitales provisionales de Santa Clara y San Francisco; asimismo protegió en varias ocasiones a las jóvenes acogidas en el Hospicio Provincial, regentado por los Jesuitas, de las vejaciones de la tropa francesa. Celebérrima es también su participación en los sucesos de la jornada del 19 de junio de 1808: un buen número de paisanos de Oviedo, junto con el Regimiento de Castropol, habían sacado del Castillo Fortaleza al Conde del Pinar, Meléndez Valdés, La Llave, Ladrón de Guevara y Fitz-Gerald, acusándolos de connivencia con los invasores y traición, y se aprestaban a fusilarlos en las inmediaciones del Carbayón; Marica Andallón corrió a contar al Cabildo de la Catedral lo que ocurría, resolviéndose al pronto organizar una procesión con la Cruz de la Victoria a la cabeza para aplacar la ira del pueblo y salvar la vida de los afrancesados. La estrategia resultó todo un éxito.
En 1814 regresa a España Fernando VII, cuya iniquidad acabaría por grajearle el apelativo de «el rey felón», quien años después recibe a Marica Andallón en Madrid, concediéndole una pensión vitalicia de tres reales diarios por sus méritos durante la contienda.