Fernando IV

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Fernando IV de Castilla, conocido como "el Emplazado" (1285-1312), reinó entre 1295 y 1312, un período turbulento marcado por la inestabilidad política y los desafíos de la Reconquista. Hijo de Sancho IV y María de Molina, ascendió al trono con apenas nueve años, lo que dio lugar a una regencia liderada por su madre, cuya habilidad política fue crucial para preservar la corona frente a las ambiciones de la nobleza y las pretensiones dinásticas de otros reinos.

Durante su minoría de edad, Castilla enfrentó graves conflictos internos. La muerte prematura de Sancho IV dejó el trono en disputa, con rivales como los infantes de la Cerda, apoyados por Aragón y Francia, reclamando derechos sucesorios. María de Molina, como regente, negoció alianzas y convocó Cortes para consolidar el apoyo de las ciudades y la baja nobleza, logrando mantener a Fernando IV en el poder. Estas luchas internas, junto al poder de los grandes linajes nobiliarios, marcaron la primera etapa de su reinado.

Al alcanzar la mayoría de edad, Fernando IV centró sus esfuerzos en la Reconquista y en estabilizar el reino. En el frente meridional, participó en la guerra contra Granada, logrando la conquista de Gibraltar en 1309, un hito estratégico en el control del Estrecho. Sin embargo, su política exterior estuvo condicionada por las tensiones con Aragón y Portugal, así como por acuerdos con los mariníes, que limitaron avances significativos contra los musulmanes. Internamente, su reinado se caracterizó por la dificultad para controlar a la nobleza, cuya influencia seguía desafiando la autoridad regia.

El sobrenombre de "el Emplazado" proviene de una leyenda según la cual dos nobles, los hermanos Carvajal, ejecutados por orden del rey en 1312, lo emplazaron a rendir cuentas ante Dios. La muerte repentina de Fernando IV poco después, a los 26 años, alimentó esta narrativa. Su reinado, aunque breve, es notable por la consolidación de la monarquía frente a las crisis dinásticas y por sentar las bases para la unificación de Castilla y León bajo su hijo, Alfonso XI.

El legado de Fernando IV refleja las tensiones de una monarquía medieval en transición, dependiente de figuras como María de Molina para navegar un entorno de rivalidades internas y externas. Su reinado, aunque no exento de limitaciones, contribuyó a fortalecer la corona castellana en un contexto de fragmentación política y desafíos militares.