Diferencia entre revisiones de «Cruz de los Ángeles»

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==La Cruz de los Ángeles como relicario==
 
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La Cruz de los Ángeles es la primera y de las más hermosas representaciones de la vera cruz en Oviedo. Su interior está formado por un «alma» de madera, de la que sólo se posee una fotografía realizada en 1942, durante su restauración debido a los conflictos bélicos que afectaron a la [[Cámara Santa]] de la Catedral de Oviedo. Posteriormente, en agosto de 1977 la cruz fue robada junto a la Cruz de la Victoria y la [[Caja de las Ágatas]]. Todas las reliquias sufrieron graves destrozos y posteriormente fueron restauradas. Con los datos de los que se disponen, se supone que inicialmente la reliquia fue una cruz relicario, como prueban las pequeñas cajitas con tapas de corredera que se encuentran en los extremos de los brazos y la parte superior del árbol. Asimismo, en algunos sus bordes se aprecian unos anillos a modo de agarraderas. Ciertos autores le atribuyen la función de sostener colgadas de sus brazos las letras griegas Alfa y Omega (principio y fin), símbolo del ''Apocalipsis'', comentado por [[Beato de Liébana]], y de Dios: «Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin» (Apocalipsis, 22.13), al igual que sucedía con otras cruces bizantinas y visigóticas de las regiones cristianas mediterráneas. Sin embargo, lo más factible es que esa interpretación sea posterior y efecto del ideal neogótico de la corte de Alfonso III, impulsado principalmente por [[Dulcidio]] en su ''Crónica profética''. La función de las agarraderas se atribuye a la de sujetar adornos, como las cruces del citado tesoro de Guarrazar. Fue por lo tanto un rico relicario con un sitio importante en el tesoro real o en la Cámara Santa. Los lujosos adornos que la engalanan incluyen cuarenta y ocho piedras preciosas.
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La Cruz de los Ángeles es la primera y de las más hermosas representaciones de la vera cruz en Oviedo. Su interior está formado por un «alma» de madera, de la que sólo se posee una fotografía realizada en 1942, durante su restauración debido a los conflictos bélicos que afectaron a la [[Cámara Santa]] de la Catedral de Oviedo. Posteriormente, en agosto de 1977 la cruz fue robada junto a la Cruz de la Victoria y la [[Caja de las Ágatas]]. Todas las reliquias sufrieron graves destrozos y posteriormente fueron restauradas. Con los datos de los que se disponen, se supone que inicialmente la reliquia fue una cruz relicario, como prueban las pequeñas cajitas con tapas de corredera que se encuentran en los extremos de los brazos y la parte superior del árbol. Asimismo, en algunos sus bordes se aprecian unos anillos a modo de agarraderas. Ciertos autores le atribuyen la función de sostener colgadas de sus brazos las letras griegas Alfa y Omega (principio y fin), símbolo del ''Apocalipsis'', la segunda venida de Cristo al mundo. El ''Apocalipsis'' es precisamente el libro comentado por [[Beato de Liébana]] y simboliza la victoria del trinitarismo sobre el arrianismo y otras herejías como la adopcionista que combatió Beato. También es, como no podía ser de otra forma, símbolo de Dios: «Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin» (Apocalipsis, 22.13). Sin embargo, lo más factible es que esa interpretación sea posterior y efecto del ideal neogótico de la corte de Alfonso III, impulsado principalmente por [[Dulcidio]] en su ''Crónica profética''. La función de las agarraderas se atribuye a la de sujetar adornos, como las cruces del citado tesoro de Guarrazar. Fue por lo tanto un rico relicario con un sitio importante en el tesoro real o en la Cámara Santa, y sólo mostrado al público precediendo al obispo en ceremonias especiales. Los lujosos adornos que la engalanan incluyen cuarenta y ocho piedras preciosas.
  
 
==Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus==
 
==Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus==

Revisión de 10:31 11 may 2007

La Cruz de los Ángeles es una reliquia donada por Alfonso II el Casto en el año 808 a la Iglesia de San Salvador de Oviedo. Posee unas dimensiones originales de 46,5 centímetros de alto y 45,7 de ancho, según señala José Cuesta en su Crónica del milenario de la Cámara Santa. El alma de la cruz está formada por dos maderos de cedro que se unen en el centro a un disco redondo.

Cruz de los Ángeles


El iconoclasmo de Bizancio y la Cruz de los Ángeles

La Cruz de los Ángeles es atribuida a orfebres bizantinos que acudieron a Oviedo huyendo del iconoclasmo de Bizancio, iniciado en el año 712 con la famosa querella de las imágenes. Dicha disputa fue producto de la negativa de los musulmanes, cada vez más numerosos en el Imperio Bizantino, a las representaciones icónicas, lo que ocasionó fuertes tumultos populares que finalizaron con la condenación de los iconos en el año 842, justamente el del fallecimiento de Alfonso II el Casto. Estos artistas del Imperio Romano de Oriente sin duda fueron bien acogidos por un Rey Casto que se consideraba heredero de la tradición romana. De hecho, puede decirse que con esta obra se introdujeron las imágenes iconográficas en el arte del reino: los mozárabes desplazados por Alfonso I a Oviedo trajeron elementos góticos, pero carecían de imágenes en sus templos. Esto explica por qué la imagen de la cruz es la única que aparece en templos contemporáneos a su forja, como Santullano. Frente al paganismo del pueblo llano, que sigue dando culto a los ídolos (como la Virgen de Covadonga, inspirada en Isis y Atenea según Guillermo García Pérez), y también frente al adopcionismo que defienden los obispos mozárabes Félix de Urgel y Elipando de Toledo en el Concilio de Sevilla del año 784 y el iconoclasmo aprobado en el Concilio de Hieria (754), la nobleza ovetense defiende una posición anicónica: no se niegan las imágenes, pero tampoco se permite su culto.

El culto a la vera cruz en el Reino de Oviedo

Además de esta influencia bizantina de los orfebres, es sabido que el culto a la vera cruz en la España visigoda estaba muy extendido, como testifica la confesión del Rey Recaredo en el III Concilio de Toledo (año 589) comunicada al Papa Gregorio el Grande epistolarmente. El Papa, a raíz de esta conversión, envió al rey visigodo una carta de respuesta con una cruz que contiene una reliquia de la Vera Cruz y cabellos de San Juan Bautista. El mismo año se reúne el II Concilio de Barcelona, en la Iglesia de la Santa Cruz. Asimismo, en el año 675 ya existía en Toledo una Iglesia de la Santa Cruz. Estos documentos han tenido comprobación directa en el tesoro visigodo de Guarrazar, en Toledo, descubierto entre los años 1858 y 1861. Entre las reliquias de dicho tesoro se encontró una cruz de oro, de forma griega y con influencias bizantinas, casi idéntica a la Cruz de los Ángeles.

Cruz del tesoro de Guarrazar, en Toledo

En el Reino de Oviedo el primer vestigio del culto a la vera cruz lo tenemos en una inscripción levantada por Favila y su mujer Froiluba en el año 737, en Cangas de Onís, la primera capital del reino. En la Crónica de Alfonso III, versión Rotense, se dice de Favila que «construyó la Basílica en honor de la Santa Cruz».

La Cruz de los Ángeles como relicario

La Cruz de los Ángeles es la primera y de las más hermosas representaciones de la vera cruz en Oviedo. Su interior está formado por un «alma» de madera, de la que sólo se posee una fotografía realizada en 1942, durante su restauración debido a los conflictos bélicos que afectaron a la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo. Posteriormente, en agosto de 1977 la cruz fue robada junto a la Cruz de la Victoria y la Caja de las Ágatas. Todas las reliquias sufrieron graves destrozos y posteriormente fueron restauradas. Con los datos de los que se disponen, se supone que inicialmente la reliquia fue una cruz relicario, como prueban las pequeñas cajitas con tapas de corredera que se encuentran en los extremos de los brazos y la parte superior del árbol. Asimismo, en algunos sus bordes se aprecian unos anillos a modo de agarraderas. Ciertos autores le atribuyen la función de sostener colgadas de sus brazos las letras griegas Alfa y Omega (principio y fin), símbolo del Apocalipsis, la segunda venida de Cristo al mundo. El Apocalipsis es precisamente el libro comentado por Beato de Liébana y simboliza la victoria del trinitarismo sobre el arrianismo y otras herejías como la adopcionista que combatió Beato. También es, como no podía ser de otra forma, símbolo de Dios: «Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin» (Apocalipsis, 22.13). Sin embargo, lo más factible es que esa interpretación sea posterior y efecto del ideal neogótico de la corte de Alfonso III, impulsado principalmente por Dulcidio en su Crónica profética. La función de las agarraderas se atribuye a la de sujetar adornos, como las cruces del citado tesoro de Guarrazar. Fue por lo tanto un rico relicario con un sitio importante en el tesoro real o en la Cámara Santa, y sólo mostrado al público precediendo al obispo en ceremonias especiales. Los lujosos adornos que la engalanan incluyen cuarenta y ocho piedras preciosas.

Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus

En la Cruz de los Ángeles existe una inscripción que se lee desde el brazo superior a los laterales:

Susceptum placide maneat hoc in honore dei=Offert adefonsus humilis servus christi=Quisquis auferre presumserit mihi=nisi libens ubi voluntas dederit mea=Fulmine divino intereat= ipse. Hoc opus perfectum est in era DCCCXLVI.

Traducido dice: «Permanezca esto recibido benignamente para honra de Dios»=«Ofrécelo Alfonso, humilde siervo de Cristo»=«Quien se atreviere a quitármelo»=«Perezca con rayo del cielo»=«Sino que este don de mi libre voluntad lo diere»=«Esta obra se acabó en la era 846».

La fórmula «Alfonso, humilde siervo de Cristo» es única en la monarquía española. Casi todos los Reyes de Oviedo utilizaron la fórmula famulus Christi, que data del siglo V y se hizo popular en Hispania en el siglo VII. Esta misma fórmula se repite en su Testamento (812) y en una inscripción que el Libro de los Testamentos sitúa a ambos lados del altar mayor de la Iglesia de San Salvador. Parece que el Rey Casto tomó este lema del emperador bizantino Justiniano II (685-695 y 706-711), quien lo acuñó en sus monedas donde representa a Cristo en el anverso como Rex Regnantium (Rey reinante) y en el reverso como Servus Christi (Siervo de Cristo). También el emperador Teófilo, contemporáneo de Alfonso II (829-842), se titula así en las monedas. Esta fórmula fue usada por los Apóstoles Pablo, Santiago, Pedro y Judas en las cartas del Nuevo Testamento, y obispos de todo el Mediterráneo, preferentemente españoles. No resulta inverosímil que Alfonso II se considerase el primer obispo o patriarca de la Iglesia de Oviedo, alejándose así de la iglesia mozárabe de Toledo.

En el brazo inferior de la cruz también aparece la inscripción Hoc signo tuetur pius=Hoc signo vincitur inimicus («Con esta señal se defiende el piadoso»=«Con esta señal se vence al enemigo»), resonancia de las palabras que el emperador de Bizancio Constantino vio, según relato de Lactancio, junto a las primeras letras del nombre de Cristo en el cielo: Hoc signo victor eris (Con este signo vencerás), y que aparece tal cual, Hoc signo vincitur inimicus, en varias inscripciones en el norte de África, en territorio del antiguo Imperio Bizantino. Asimismo, el lema se remonta a la época del Imperio Romano antes de su división en el año 395. El emperador Constancio II (337-361) usó de tal leyenda en primer lugar, aunque no tuvo continuidad entonces. Solo el usurpador Vetranio (350) y el César Constancio Galo (351-354) la mantuvieron en alguna de sus monedas, siendo este último el primero en colocarla en las piezas de mayor categoría, los sólidos de oro.

Estas palabras pronto se convirtieron en el lema de la monarquía ovetense, y en la Cruz de la Victoria, forjada por orden de Alfonso III el Magno en el año 908, vuelven a aparecer. Recientemente se ha descubierto que uno de los brazos de la Cruz incluye el sello del emperador romano Octavio Augusto, en cuyo reinado fue conquistada la Península Ibérica; de ahí que la fecha de la forja sea el año 846 según la Era Hispana, iniciada en el año 38 antes de Cristo. Todo parece indicar que las inscripciones de ambas cruces, más que simbolizar una sumisión a la iglesia romana, están inspiradas en la tradición imperial del Imperio Romano y del Imperio Bizantino o Romano de Oriente. Por lo tanto, la Cruz de los Ángeles ha de entenderse como un símbolo del poder de Alfonso II, y la donación de la reliquia a la Iglesia de Oviedo ha de entenderse dentro del proyecto de construcción de un imperio cristiano desligado de Roma y en competencia con Carlomagno, todo ello en el marco de la polémica del adopcionismo y la fundación del Camino de Santiago.

Como detalle curioso, el lema fue retomado por los reyes portugueses, en concreto por Manuel I (1495-1521), en la modalidad In Hoc Signo Vinces y la utilizarían profusamente en muchas de sus acuñaciones hasta la caída de la Monarquía en 1908, convirtiéndose prácticamente en una marca específica de la moneda portuguesa durante 400 años. Paradójico resulta que fuese tan usado este lema por una monarquía que desde su fundación en el siglo XI siempre declaró su vasallaje y sometimiendo al Papado y que por lo tanto desvirtuó el significado originario de la leyenda.

La leyenda de los ángeles que forjaron la Cruz

La Cruz de los Ángeles en la antigua muralla de Oviedo

La Cruz de los Ángeles, que se convirtió en el símbolo de la ciudad de Oviedo en el siglo XV o incluso ya antes, en 1262 era usada como sello, como refleja un grabado de la vieja muralla de la ciudad, ha llevado siempre consigo una leyenda que atribuye su fabricación a unos ángeles que eran peregrinos, algo inverosímil no sólo al atribuirle naturaleza angélica a los operarios, sino porque es muy poco probable que tales orfebres, supuestos grandes artesanos dada la calidad de la obra, hubieran de peregrinar en busca de trabajo y no fuesen llamados directamente por el propio Alfonso II. Desde luego, el relato que afirma que la Cruz fue realizada en corto tiempo, mientras el rey almorzaba y con el interior del edificio iluminado como si le dieran los rayos del sol, no puede ser tomado como verosímil. Esto podría explicarse debido a que esta historia es muy posterior a la época alfonsina y se relata en la Crónica Silense (año 1115 aproximadamente), que tuvo que basarse en tradiciones ya muy adornadas y legendarias. Es precisamente esta Crónica la que relaciona a Alfonso II con el arca de las reliquias ovetenses contenida en la Iglesia-Catedral de San Salvador.

Bibliografía