Cruz de la Victoria
La Cruz de la Victoria es una reliquia donada por Alfonso III en el año 908 a la Iglesia de San Salvador de Oviedo, aunque previamente permaneció en la Iglesia de la Santa Cruz de Cangas de Onís, edificada bajo su advocación. Fue forjada en el Castillo de Gozón poco antes de que Oviedo dejase de ser la capital del reino para ceder su lugar a León. Sus dimensiones son de 92 centímetros de alto y 72 de ancho. El alma de la cruz está formada por dos maderos de roble que se unen en el centro a un disco redondo, donde se ha excavado un hueco cuadrado para contener reliquias. La Cruz está recubierta con láminas de oro y guarnecida por piedras preciosas. El medallón central lo ocupaba un cristal de roca transparente que facilitaba la admiración de una reliquia de la Vera Cruz.
La Cruz Legendaria
Según cuentan las leyendas, cuando Pelayo acaudilló a los refugiados en Cangas de Onís, se echó en falta una bandera, ya que el pendón rojo de los godos había sido preso en Jerez. En ese momento San Antonio Anacoreta se acercó a Pelayo ofreciéndole una tosca cruz de roble y diciéndole: «He aquí esforzado campeón, la señal de la victoria». Pelayo besó la cruz y la enarboló con la diestra diciendo «Esta será desde hoy mi divisa y mi bandera»
De Pelayo a Alfonso III
Se considera la Cruz de la Victoria a la insignia de madera que Pelayo utilizó como estandarte en la Batalla de Covadonga. Posteriormente sería guardada por su hijo Favila en una iglesia de Cangas de Onís, primera capital del reino, dedicada a la Vera Cruz. La Cruz de la Victoria constituiría, por lo tanto, el primer vestigio del culto a la vera cruz en el Reino de Oviedo, fechado por la inscripción levantada por Favila y su mujer Froiluba en el año 737. En la Crónica de Alfonso III, versión Rotense, se dice de Favila que «construyó la Basílica en honor de la Santa Cruz». Posteriormente, ya en tiempos de Alfonso III, sería engalanada con oro y piedras preciosas, para presentar la forma conservada desde el siglo X. Sin embargo, la leyenda que atribuye el alma de madera de la Cruz a la usada por Pelayo es muy posterior, recogida por los historiadores Ambrosio de Morales —que califica la Cruz como «la más rica joya que debe haber en España»— y Enrique Flórez. Sí puede sostenerse, ya que el centro de la Cruz es un relicario, que en este hueco se encuentren restos de la cruz de roble que utilizó el primero de los reyes de Oviedo.
Relación con la Cruz de los Ángeles
Se distingue de la Cruz de los Ángeles en la terminación de sus cuatro brazos, que irradiando del medallón central se van ensanchando al llegar a sus extremos para resolverse de forma trifurcada en dos semicírculos rematados por otros tantos círculos. Estas formas se encuentran primeramente en las cruces bizantinas aunque fueron pronto copiadas en Occidente. Es probable que sea obra de orfebres francos o que al menos hayan prestado colaboración. Esta cruz supuso un desarrollo fundamental en la orfebrería. En ella se miran los modelos de la arqueta relicario donada por el Rey Magno a la catedral de Astorga y el cáliz de Santo Domingo de Silos.
Esta forma de los brazos, junto a la mayor largura del brazo inferior y su mayor tamaño general distingue ambas cruces. Esta diferencia se da también en la decoración, pues el disco circular del centro está decorado, en su cara anterior, con esmaltes, piedras preciosas y plaquitas de almandines que forman motivos vegetales, mientras que la decoración esmaltada invade los brazos de la cruz y ocupa en cada uno de ellos un campo aproximadamente cuadrado. Las paredes de la caja la forman una cinta de oro soldada de canto y que está decorada en su borde superior con una delicada decoración de perlas de oro. Dentro de la caja hay en el borde hilos de oro en espiral, desconocidas en la orfebrería carolingia y la española. Sus bandas tienen ocho piedras en el brazo inferior, seis en el superior y cinco en cada uno de los laterales, para un total de 24.
El engaste de las piedras es también diferente en ambas reliquias, asemejándose sin embargo más en las terminaciones de los brazos del reverso, donde hay un cristal de roca en la mitad de cada brazo y otros tres en los ensanchamientos circulares. Estos engastes permiten relacionarla con la llamada Cruz de las Ardenas, obra franco-oriental del segundo cuarto del siglo IX, aunque carente de las terminaciones semicirculares que caracterizan a la Cruz de la Victoria.
No obstante, ambas cruces coinciden en muchos aspectos. Ambas están armadas y forradas de igual modo y en el cruce de los brazos tienen una hendidura de forma cuadrada, que pudo haber sido en algún tiempo relicario. El motivo decorativo de los clavos en el exterior para fijar la chapa de oro a la madera, es exactamente el mismo en ambas reliquias. Es decir, sirven de clavos de sujeción de las chapas de oro, y al mismo tiempo la exornan graciosa y originalmente. También las dos son de inspiración bizantina, aunque la Cruz de la Victoria es totalmente distinta de las demás cruces del Reino. Su pedrería es de inspiración carolingia.
Hoc signo vincitur inimicus
En el reverso de la Cruz aparecen inscripciones dedicatorias en la línea de la Cruz de los Ángeles, incluyendo el lema Hoc signo tuetur pius=Hoc signo vincitur inimicus. Estas palabras se repiten en la Cruz de Santiago y en muchas inscripciones posteriores, en el palacio real, en los muros de la ciudad de Oviedo, en La Foncalada, en San Martín de Salas, en las Torres del Oeste, en Galicia y en varios manuscritos, como el Antifonario de la catedral de León del año 917, en una copia del mismo de 1067, en el Beato de Valcavado del año 970 en Valladolid y en el de San Millán de finales del siglo X. Esto demuestra la importancia de la veneración de la Cruz en Oviedo y su importancia para consagrar no sólo monumentos religiosos sino también civiles.
Leídas del brazo superior al izquierdo y del derecho al inferior dicen:
Susceptum placide maneat hoc in honore Dei, quod offerunt famuli Christi Adefonsus princes et Scemena regina=Quisquis auferre hoc donaria nostra presumserit fulmine divino intereat ipse=hoc opus perfectum et concessum est santo salvatori ovetense sedis=hoc signo tuetur pius=hoc signo vincitur inimicus=et operatum est in castello gauzon anno regni nostri XLII discurrente era DCCCXLVI. |
«Permanezca esto recibido benignamente para honra de Dios, lo cual ofrecen el siervo de Dios príncipe Alfonso y la reina Jimena.=Cualquiera que se atreviere a tomar estos nuestros dones perezca con rayo del cielo=Esta obra, siendo acabada, fue ofrecida a la iglesia catedral de San Salvador de Oviedo=Con esta señal se defiende al piadoso=con esta señal se vence al enemigo=y fue labrada esta Cruz en el Castillo de Gozón el año cuarenta y dos de nuestro reino andando la era de novecientos cuarenta y seis». (Dicha fecha corresponde a la era hispánica, cuyo cómputo comenzaba en el año 38 antes de Cristo, y por tanto coincide con el año 908 de la era cristiana.)
A la luz de esta coincidencia en el lema de la Cruz, forjada justo un siglo después que la Cruz de los Ángeles, nos encontramos ante una reafirmación del proyecto imperial iniciado por Alfonso II.
Deterioros y restauración
Si ya el Libro Becerro de la Catedral de Oviedo de 1385 señalaba que en la Cruz de la Victoria había tantas piedras preciosas como las que había perdido, durante los sucesos bélicos de 1934 y 1936 la reliquia, al igual que el resto de la Cámara Santa, sufrió graves desperfectos que hicieron necesaria su restauración. Si bien la Caja de las Ágatas estaba intacta y la Cámara Santa quedó totalmente destruida, la Cruz de los Ángeles y la Cruz de la Victoria no sufrieron graves daños, siendo restauradas por el prestigioso arqueólogo Manuel Gómez Moreno, quien dirige los trabajos de recuperación del conjunto con la ayuda de Víctor Hevia Granda a partir de 1938. La Cruz de la Victoria recuperaría su pedrería a partir de 1942, gracias a las donaciones populares que permitieron la adquisición y restauración. No obstante, los trabajos de los orfebres Horacio Rivero Álvarez y Luis Aguilar, no tuvo en cuenta el diseño original y supuso una radical modificación, alterando la postura del medallón en ambos frentes, lo que denunció el cronista de Oviedo Joaquín Manzanares. En 1971 se colocan esmaltes nuevos por obra del orfebre alemán Werner Henneberger, aunque tampoco se tuvo demasiado en cuenta el diseño original. Debido al inadecuado tratamiento de la Cruz en su uso cotidiano se han visto alterados.
Según afirma el periodista Javier Neira en La Nueva España el 7 de septiembre de 2008, la cruz de roble sin revestir fue arrojada al fuego por el restaurador Manuel Gómez Moreno, hecho conocido por algunos miembros de la comisión nombrada al efecto, pero hasta ahora desconocido para el gran público.
Al entregar la Cruz de la Victoria, el restaurador les dijo que había tirado al fuego y sustituido por una pieza nueva el alma de madera de roble. |
El 9 de agosto de 1977 la Cruz, junto a la Caja de las Ágatas y la Cruz de los Ángeles, fueron robadas y sufrieron graves desperfectos al ser arrancadas sus piedras preciosas y revestimientos de oro. Su lamentable estado obligó a realizar una nueva restauración que fue realizada según el dictamen de una comisión constituida al efecto el 30 de noviembre de ese mismo año. En la citada comisión participaron personas tan eminentes como el arqueólogo Helmut Schlunk, Magín Berenguer Alonso, José Menéndez Pidal o Manuel Fernández-Avello. Finalmente, el 8 de junio de 1978, tras numerosos estudios y consultas, se decidió devolver a las piedras su forma y posición original en la reliquia, y el 13 de junio la comisión dictaminó que la Cruz de los Ángeles fuera restaurada siguiendo las indicaciones de expertos de la ciudad alemana de Maguncia. Pedro Álvarez Miranda fue uno de los orfebres que restauraron por segunda vez la reliquia.
Bibliografía
- Luis Alfonso de Carvallo, Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, 1695.
- Ciriaco Miguel Vigil, Asturias monumental, epigráfica y diplomática, 1887.
- Fermín Canella, El libro de Oviedo, 1887.
- Fortunato Selgas Albuerne, Monumentos ovetenses del siglo IX, 1908.
- José Cuesta Fernández, Crónica del milenario de la Cámara Santa , 1942.
- Helmut Schlunk, Las cruces de Oviedo , 1985.
- Francisco Javier Barón Thaidigsmann, El arte en Asturias a través de sus obras, 1996.
- Vicente José González García, El Castillo de Gozón, 2007.
- Antonio Nava Valdés, Turismo Asturias, Luarca 1914