Alfonso VI

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Rey de León desde el año 1065 al 1071 y de Castilla y León desde 1072 a 1109.

A la muerte de Fernando I se divide el reino entre sus cinco hijos, Sancho, García, Alfonso, Elvira y Urraca. Las relaciones entre los hermanos fueron buenas hasta el fallecimiento de la madre, Doña Sancha, en el año 1067. A partir de este acontecimiento Sancho se propone reunificar bajo su mandato los territorios que su padre había dividido, considerando que había sido perjudicado en el reparto, y atacó en primer lugar a Alfonso, a quien venció en julio de 1068 a orillas del Pisuerga, en Llantada. Tras esta primera batalla entre hermanos, pasaron tres años sin que hubiese entre ellos más hostilidades.

En el año 1071 se enfrentan de nuevo los dos hermanos en la batalla de Vulpecuaria, siendo esta vez el ganador Alfonso, quien prohibió que se persiguiese y prendiese a los vencidos. En aquél momento, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, estaba en el ejército de Sancho y aconsejó al monarca coger desprevenidos a los leoneses. Sancho hizo caso al Cid, venciendo a los leoneses que no se esperaban el ataque. Alfonso se refugia en la iglesia de Santa María de Carrión, pero le encuentran y le conducen a Burgos.

Urraca, envía al conde Pedro Ansúrez como embajador a su hermano Sancho, para pedir la libertad de Alfonso. Sancho accedió a liberarle con la condición de que vistiese el hábito en el monasterio de Sahagún. Tal acuerdo sirvió para diseñar un plan de fuga, y una vez encaminado al monasterio Urraca puso las condiciones necesarias para la huida de su hermano Alfonso, quien se refugió en la corte de Almamún de Toledo acompañado de los tres hermanos Ansúrez.

De su amistad con Almamún de Toledo, Alfonso tuvo el beneficio del castillo de Brihuega, lugar donde reunió a su corte y a aquellos vasallos que reconocían su autoridad. En torno a esta amistad surgieron diversas leyendas y anécdotas.

El 6 de octubre del año 1072 muere Sancho asesinado, sin dejar sucesor a la corona, por lo que Alfonso encuentra el camino libre para proclamarse nuevo rey de Castilla. En torno a este suceso se centra el argumento del pasaje del Cantar de Mio Cid La Jura de Santa Gadea, según el cuál Alfonso es obligado por el Cid a jurar que no ha participado en la muerte de su hermano. Se trata de un pacto más amplio, por el cual los nobles se sometieron al reinado de Alfonso siempre que este confirmarse su inocencia en el asesinato de Sancho.

Al ser proclamado rey, su hermano García abandonó su residencia en Sevilla para reclamar la corona de Galicia, pero Alfonso VI le encarceló en el castillo de Luna hasta su muerte, en 1090.

Para poder asumir la corona, tuvo Alfonso que pedir permiso a Almamún, temiendo que sin su consentimiento no le dejaría el emir salir de sus dominios. La amistad entre ellos se selló con un pacto extensible al heredero de Almamún en el que se comprometían como aliados permanentes. Tras su salida, se dio la ceremonia de Santa Gadea, donde tras el famoso juramento, Alfonso sería coronado como rey de Castilla, León y Galicia.


Alfonso VI y Oviedo

En el año 1075, Alfonso VI acude a Oviedo en compañía del Cid para presentar sus respetos ante los símbolos de sus antepasados, con la intención de donar a la catedral un arca de plata donde se guardarían las reliquias que custodiaba dicha ciudad. El 13 de marzo de este año, ante el rey y su séquito (tal como refleja el documento custodiado por el archivo de la catedral) se enumeran las reliquias existentes, y se recogen en este acta, conocida como Apertura del Arca Santa. Según este, además de Alfonso VI se encuentran presentes su hermana doña Urraca, El Cid, y su esposa Jimena.

Alfonso VI también favoreció a Oviedo como centro de peregrinación religiosa, al fomentar el Camino de Santiago, lo que ayudó al desarrollo de ciudades como Cluny.

Una de sus esposas, Isabel, fue monja en el Monasterio de San Pelayo.

Alfonso VI y Asturias

Alfonso VI es el monarca que confirmó los fueros de Avilés.


Bibliografía

  • Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, Tomo I, págs 934-935.