San Antonio de Padua
Fraile franciscano y doctor de la Iglesia nacido en Lisboa en 1195, y fallecido en Padua en 1231. Llamado Doctor Evangélico, escribió numerosos sermones y se le atribuyen supuestas capacidades taumatúrgicas, siendo objeto de una gran devoción en numerosos lugares del mundo. Patrón de mujeres estériles, de los pobres, de los viajeros, albañiles, panaderos y papeleros; se le invoca para recuperar los objetos perdidos y para obtener pareja. Su madre, María Teresa Taveira, era según la tradición descendiente del rey Fruela I.
Su nombre original era Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo, nombre que se cambia por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores, debido a su devoción al gran patriarca de los monjes de la capilla donde recibió el hábito. Sus padres, pertenecientes a la nobleza lisboeta encargaron su cuidado a los monjes de la Catedral hasta los quince años, para ser después encomendado a los canónigos regulares de San Agustín, que residían cerca de la ciudad. Dos años después se traslada al priorato de Coimbra, entonces capital de Portugal, donde adquiere un notable conocimiento de los textos bíblicos. En el año 1220, el rey Pedro de Portugal regresa de una expedición de Marruecos trayendo consigo las reliquias de mártires franciscanos, cuya contemplación despertará la vocación misionera del futuro San Antonio. Aprovechó la estancia de algunos franciscanos en el convento de la Santa Cruz, donde él residía, para solicitar su ingreso, siendo admitido a principios de 1221 en la orden y autorizándosele a embarcar para Marruecos a predicar a los moros poco después. Pero es aquejado de hidropesía, teniendo que regresar a Europa. Se traslada a Asís para participar en un capítulo general de la orden, a raíz del cual se le encomienda la ermita de San Paolo, cerca de Forli. Una ordenación en esta ciudad, a la que acudieron dominicos y franciscanos, dio la ocasión a Antonio de hacer gala de unas excepcionales dotes para la oratoria que llevaron al ministro provincial de su orden a enviarlo a predicar por la Romagna, en Lombardia, donde lograría numerosas conversiones. Es famosa la leyenda del milagro de Rimini, según el cual San Antonio, al ser despreciado por los lugareños se dirigió a los peces del mar que comenzaron a asomar la cabeza para atender al sermón.
En el plano teológico los historiadores le consideran introductor de elementos agustinianos en la orden franciscana, defendiendo la interpretación alegórica de las Sagradas escrituras. No parece ser cierta la leyenda que le considera cerril defensor de la norma original tras la muerte de San Francisco de Asís frente al hermano Elías. De hecho, antes de dedicarse a la predicación se creó para él, a instancias papales y parece ser que dentro de la estrategia de los papas Inocencio III y Honorio III de impedir el deslizamiento hacia la heterodoxia de las órdenes «pauperísticas», el cargo de lector de teología.
En Asturias hay varios templos, parroquias y numerosas celebraciones bajo su advocación, y se le han dedicado calles en algunas ciudades como Pola de Siero.