Reino de Oviedo
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Según señala la Crónica Albeldense tras hablar del rey visigodo Rodrigo, los monarcas sucesores han de ser titulados como Ordo gotorum obetensium regum, es decir, Relación de los Reyes Godos Ovetenses, iniciada por Pelayo en el año 718 y culminada con el fallecimiento de Alfonso III el Magno en el año 910. Según este documento, entre estos dos monarcas transcurrirÃan dos siglos de una institución polÃtica continuadora del reino visigodo y con núcleo en Oviedo.
La historiografÃa más moderna, como la de Claudio Sánchez Albornoz, prefiere denominar a este reino cristiano como Reino de Asturias, aunque no debe confundirse con la actual provincia, pues el reino cristiano fechado entre los años 718 y 910 no tenÃa sus fronteras definidas en torno al actual Principado de Asturias: el Asturorum Regnum (Reino de los Astures) del que habla Sánchez Albornoz abarcaba una extensión nada minúscula, ya que los reyes de este reino no eran sólo monarcas de la etnia de los astures, sino también de los cántabros, los gallegos, los vascones y de parte de los pobladores de la región castellana que se prolongaba hasta el RÃo Duero (Castiella).
Además, si apelamos a Asturias, la referencia que existÃa entonces era la división realizada por el rey godo Wamba: las Asturias de Oviedo (situadas en torno al territorio Ovetao, donde se funda el núcleo originario de Oviedo en el año 761), las Asturias de Santillana y las Asturias de Laredo. Al menos hasta la fundación del Principado de Asturias en 1388, parece que la única forma polÃtica, no meramente étnica, con la que designar al reino cristiano que muchos llaman Asturias es «reino de Oviedo», pues su núcleo y mayor esplendor tuvo lugar en torno a la ciudad de Oviedo.
Tras la victoria de Pelayo en Covadonga, éste logra atraerse a los nobles gallegos y cántabros, entre los que se encuentra el futuro Alfonso I, esposo de la hija de Pelayo, Ermesinda, y sucesor en el trono del hijo de Pelayo, Favila. Con estos personajes podrÃamos caracterizar una primera etapa del reino, cuando la capital se encontraba en Cangas de OnÃs, etapa que finaliza con Fruela, hijo de Alfonso I y fundador del núcleo original de Oviedo, asesinado por los nobles tras haber dado muerte a su hermano Vimarano, favorito para la sucesión en una época en que la monarquÃa era electiva.
Posteriormente, en el perÃodo que va desde el 768 hasta el 791, la capital fue trasladada a Pravia por Silo, debido a la paz concertada con Al Andalus, que incluÃa el famoso Tributo de Cien Doncellas anuales a los árabes. En este perÃodo se produjo el intento de la reina Adosinda, esposa de Silo, para que Alfonso, hijo de Fruela –desterrado por la nobleza, temerosa de que intentara vengar la muerte de su padre– pudiera ser rey, pero este intento fue abortado por Mauregato. Sólo tras la muerte de Bermudo pudo ocupar el trono quien serÃa denominado como Rey Casto.
·Aurelio ·768-774
·Silo ·774-783
·Mauregato ·783-788
·Bermudo I ·788-791
Alfonso II fue quien situó la capital del reino en Oviedo, fundándola como ciudad e iniciando un gran proceso de restauración cultural y polÃtica, el ideal neogótico de la Reconquista del reino visigodo; por ello, convierte a Oviedo en ciudad imperial, capital de un imperio tomando el modelo de Toledo, con el objetivo de expulsar a los árabes: en el 798 se produce la conquista y saqueo de Lisboa, en medio de las alianzas con Carlomagno, rechazadas por Bernardo del Carpio el 808 en Roncesvalles, el mismo año en que fue forjada la Cruz de los Ãngeles; también durante su reinado se produce la fundación del Camino de Santiago tras ser hallado en el 814 el sepulcro del Apóstol, &c. Esta labor imperial fue continuada por sus sucesores Ramiro y Ordoño. Alfonso III el Magno llevó el reino a su mayor extensión: incluyó bajo sus fronteras Galicia, el norte de Portugal, el norte de Castilla y una parte de Vasconia. Dada la extensión del reino, su sucesor GarcÃa I trasladó en el año 910 la capital a León para su mejor defensa y administración.
A pesar de ser trasladada la capital del reino a León, el prestigio de la monarquÃa ovetense no desapareció, pues el tÃtulo imperial de Alfonso III el Magno y el proyecto de recubrimiento del Islam iniciado con Pelayo y que señala el comienzo de España, fue heredado por los reyes leoneses y después por los reyes castellanos: Fernando I el Magno, hijo del rey de Navarra Sancho III el Mayor, convierte a Castilla en reino tras derrotar a Bermudo III de León, heredando asimismo el reino de León y manteniendo el mismo proyecto de lucha contra el Islam.
Además, la numeración de los reyes ovetenses fue continuada por los castellanos, constituyendo una tradición ininterrumpida y codificada en la Crónica Albeldense (883) e incorporada a la Crónica del Obispo Don Pelayo (siglo XII), a la Crónica de Alfonso X el Sabio (siglo XIII), a la España Sagrada de Enrique Flórez y Manuel Risco (42 tomos desde 1747 hasta 1801), y que llega hasta nosotros en la forma del Principado de Asturias fundado en 1388 por Juan I, como recuerdo del embrión de España.