Diferencia entre revisiones de «Principado de Asturias»

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El origen del Principado de Asturias se remonta a la época de conflicto entre los nobles asturianos de la casa de Trastamara y la monarquía castellana. El futuro Enrique II, hijo bastardo de Alfonso XI, es prohijado por el Conde de Trastamara Rodrigo Álvarez de las Asturias y se enfrenta a su hermano Pedro I, conflicto mantenido posteriormente por el hijo bastardo de Enrique II, D. Alfonso Enríquez (1381-1383). Finalmente, Juan I, con el objeto de pacificar el territorio y afianzar el poder real, funda en 1388 la institución del Principado de Asturias, que aún hoy perdura, frenando con este privilegio las ansias independentistas de los nobles asturianos.
 
El origen del Principado de Asturias se remonta a la época de conflicto entre los nobles asturianos de la casa de Trastamara y la monarquía castellana. El futuro Enrique II, hijo bastardo de Alfonso XI, es prohijado por el Conde de Trastamara Rodrigo Álvarez de las Asturias y se enfrenta a su hermano Pedro I, conflicto mantenido posteriormente por el hijo bastardo de Enrique II, D. Alfonso Enríquez (1381-1383). Finalmente, Juan I, con el objeto de pacificar el territorio y afianzar el poder real, funda en 1388 la institución del Principado de Asturias, que aún hoy perdura, frenando con este privilegio las ansias independentistas de los nobles asturianos.
  
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Con la llegada al trono español de la Casa de Austria, la jura del Príncipe de Asturias se mantuvo aunque con cambios que la desprestigiaron: ya no se realizaba ante las Cortes castellanas, y se apresuraba, jurándose incluso con el nacimiento o no jurándose de forma explícita, como sucedió con Carlos II. Autores como Juan Pérez de Guzmán en 1880 señalan como causa el absolutismo que negaba las instituciones populares, viendo en las Cortes de Castilla el origen de las constituciones liberales del siglo XIX, un argumento un tanto anacrónico que sin embargo le permite entroncar con la tradición histórica la monarquía parlamentaria de la segunda mitad del siglo XIX.
 
Con la llegada al trono español de la Casa de Austria, la jura del Príncipe de Asturias se mantuvo aunque con cambios que la desprestigiaron: ya no se realizaba ante las Cortes castellanas, y se apresuraba, jurándose incluso con el nacimiento o no jurándose de forma explícita, como sucedió con Carlos II. Autores como Juan Pérez de Guzmán en 1880 señalan como causa el absolutismo que negaba las instituciones populares, viendo en las Cortes de Castilla el origen de las constituciones liberales del siglo XIX, un argumento un tanto anacrónico que sin embargo le permite entroncar con la tradición histórica la monarquía parlamentaria de la segunda mitad del siglo XIX.

Revisión de 10:12 19 feb 2007

El origen del Principado de Asturias se remonta a la época de conflicto entre los nobles asturianos de la casa de Trastamara y la monarquía castellana. El futuro Enrique II, hijo bastardo de Alfonso XI, es prohijado por el Conde de Trastamara Rodrigo Álvarez de las Asturias y se enfrenta a su hermano Pedro I, conflicto mantenido posteriormente por el hijo bastardo de Enrique II, D. Alfonso Enríquez (1381-1383). Finalmente, Juan I, con el objeto de pacificar el territorio y afianzar el poder real, funda en 1388 la institución del Principado de Asturias, que aún hoy perdura, frenando con este privilegio las ansias independentistas de los nobles asturianos.


Sin embargo, los documentos fundacionales sugieren una explicación alternativa: parece que el Principado de Asturias se funda con el objetivo de trasladar el origen de la Monarquía española (entonces denominada castellana) a la monarquía ovetense originaria, un origen que convierte a la española en la monarquía más antigua de Europa, por encima de la inglesa o la francesa. De hecho, la revuelta nobiliaria producida en Asturias es contemporánea de las pretensiones del duque de Lancaster, casado con Constanza, hija de Pedro I, de ocupar el trono castellano, con lo que una forma de regular la sucesión de la Corona, frente a pretendientes oportunistas, sería la creación de la institución del Principado de Asturias. De hecho, existe un albalá real de Juan I en el que declara que «todas las ciudades y villas y lugares de Asturias de Oviedo fuesen mayorazgo para los príncipes de Castilla y León así como era y es el Delfinazgo en Francia, y que no se diesen ni pudiesen dar [...]». Por lo tanto, las razones de fundación del Principado de Asturias han de entenderse no sólo en base a los conflictos internos, sino en la aspiración del Duque de Lancaster o Alencastre al trono español y al peso que la tradición concedía al Reino de Oviedo en su formación del Reino de Castilla, posteriormente España.


Los Príncipes de Asturias, en tanto que herederos al trono castellano, fueron jurados durante el final del siglo XIV y todo el siglo XV con un ceremonial muy cuidado, donde era necesario que las Cortes de Castilla diesen el visto bueno a tal juramento. La institución del Principado de Asturias fue tan importante, que incluso durante la guerra civil castellana que enfrentó a Juana la Beltraneja e Isabel la Católica, ambos partidos se encargaron de jurar cada uno un Príncipe de Asturias como heredero e incluso rey por breve período, como le sucedió a Alfonso de Castilla y Aragón y a la propia Isabel I, respectivamente. La única modificación tuvo lugar durante el reinado de los Reyes Católicos, quienes lo convirtieron en un título honorífico y no en un feudo del heredero a la corona española.



Con la llegada al trono español de la Casa de Austria, la jura del Príncipe de Asturias se mantuvo aunque con cambios que la desprestigiaron: ya no se realizaba ante las Cortes castellanas, y se apresuraba, jurándose incluso con el nacimiento o no jurándose de forma explícita, como sucedió con Carlos II. Autores como Juan Pérez de Guzmán en 1880 señalan como causa el absolutismo que negaba las instituciones populares, viendo en las Cortes de Castilla el origen de las constituciones liberales del siglo XIX, un argumento un tanto anacrónico que sin embargo le permite entroncar con la tradición histórica la monarquía parlamentaria de la segunda mitad del siglo XIX.



Los Borbones no eliminaron la tradición aunque la dejaron también en situación marginal. Impusieron la ley Sálica en auto acordado de 10 de Mayo de 1713, de tal modo que sólo los hijos varones podían ostentar el título de Príncipes. Con la invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia, José Bonaparte no pensó en mantener la institución, pero la victoria española repuso a Fernando VII, quien tras múltiples avatares (Trienio Liberal, Ominosa Década) eliminó la Ley Sálica al aplicar, el 31 de Marzo de 1830, la pragmática ya promulgada por las Cortes en 1779, coincidiendo con el nacimiento de la futura Isabel II, que fue nombrada Princesa de Asturias. La oposición del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, provocó el estallido de las guerras carlistas.



A partir de entonces, la institución se mantuvo sin la Ley Sálica y con un carácter nominal por la caída del Antiguo Régimen, siendo María Isabel de Borbón y Borbón y Alfonso XII de Borbón y Borbón sus continuadores hasta el golpe militar de Prim de 1868 que obligó a exiliarse a Isabel II. Pero ni siquiera el brevísimo cambio de dinastía con Amadeo I de Saboya eliminó la institución, pues su hijo Manuel Filiberto de Saboya y Dalpozzo ostentó el título de Príncipe de Asturias de 1871 a 1873; los diez breves meses de I República no impidieron la continuidad institucional: un Real Decreto de 22 de Agosto de 1880 aparecido en la Gaceta de Madrid confirmaba la vigencia del título y aunque a la muerte de Alfonso XII su hijo Alfonso XIII nació como Rey, único caso que se ha producido en toda la Historia, su hermana María de las Mercedes de Borbón y Borbón y su hijo Alfonso de Borbón y Battemberg sí ostentaron la dignidad tradicional de los sucesores a la Corona de España, sólo cuestionada con la II República y la renuncia voluntaria con el consiguiente exilio de Alfonso XIII.


Con la renuncia de Alfonso de Borbón y Battemberg en 1933 para casarse con una plebeya, y al no poder ser jurado como Príncipe de Asturias su hermano Don Juan, padre de Juan Carlos I (Alfonso XIII no era rey constitucional de España), la institución pareció declinar pero no cayó en el olvido: Francisco Franco nombró a Juan Carlos I Príncipe de España antes de ocupar el trono y la institución del Principado de Asturias fue recuperada al ser jurado como Príncipe de Asturias su hijo Felipe de Borbón y Grecia en 1977, quien juró la Constitución al cumplir la mayoría de edad en 1986 y aseguró su continuidad por medio de su matrimonio con Leticia Ortiz Rocasolano el 22 de mayo de 2004 en la Catedral de la Almudena de Madrid.