Historia medieval de Oviedo

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Un pacto monástico fechado el 25 de noviembre de 781, que en realidad es una copia del siglo XII con evidentes interpolaciones, refiere que los primeros pobladores del locum quod dicunt Oveto, en aquel momento una simple colina situada entre el monte Naranco y la sierra del Aramo, sobre las llanuras de Llanera y Siero, fueron un presbítero llamado Máximo y sus siervos que habían fundado en ella en el año 761 una humilde comunidad monástica consagrada a San Vicente y acogida a la orden de San Benito de Nursia; ese mismo año se les une el tío de Máximo, Fromestano, para ejercer como abad del monasterio. El citado documento cuenta a continuación que en 781 se incorporan a la comunidad veintiséis monjes, entre ellos el presbítero Montano quien hará una importante aportación patrimonial al monasterio. Unos años después Fruela I decide dotarse de una sede mejor situada que Cangas de Onís para garantizar la defensa y la expansión del reino. Este es el origen común que suele citarse de la ciudad de Oviedo.

El reinado de Fruela I

La colina en la que se emplazaba el Monasterio de San Vicente ofrecía estas cualidades por hallarse enclavada entre las dos vías de comunicación existentes desde la época romana: por un lado el camino costero (de oriente a occidente) y por otro el camino de León hacia la costa que atravesaba la región central; esta circunstancia unida a la protección natural que proporcionaban los ríos Nora y Nalón lo convirtieron en el lugar idóneo desde la perspectiva del rey. Así se produjo el primer traslado de la Corte desde Cangas de Onís al futuro Oviedo, erigiéndose ya entonces la primitiva basílica de San Salvador (la primera iglesia prerrománica dedicada al Salvador) y varias fortificaciones, en donde supuestamente habría nacido Alfonso II.

Pero Oviedo perdería rápidamente la capitalidad al ser asesinado Fruela en Cangas. Los siguientes monarcas (Aurelio, Silo, Mauregato y Bermudo I) evitarían instalarse aquí.

Alfonso II y la capitalidad de Oviedo

Alfonso II restituirá la capitalidad de Oviedo. Este monarca será el auténtico fundador de la ciudad, que al convertirse en sede regia -primera de las tres etapas, que se extiende hasta el traslado de la corte a León, en que se puede periodizar la evolución de la ciudad a lo largo de la edad media, a la que seguirán la fase de ciudad episcopal y la fase de ciudad mercado- experimentará una importante expansión con respecto a su periodo preurbano. Alfonso II reconstruyó la iglesia del Salvador y promovió la creación de un obispado. En los primeros años de su reinado hubo de resistir a las fuerzas islámicas enviadas por el emir Hixem I: las aceifas dirigidas por los hermanos Mugait que llegaron a penetrar en la ciudad causando enormes daños (Claudio Sánchez Albornoz y Juan Uría Ríu les dedicaron sendos trabajos). Cuando el peligro agareno decreció, en gran parte por las tensiones internas entre bereberes, árabes y mozárabes en el emirato andalusí, pudo el rey consolidar la capitalidad de Oviedo y reorganizar jurídica y administrativamente el reino adoptando el Liber Iudiciorum.

El traslado de la capitalidad a León

Tras un siglo de esplendor del Reino de Oviedo, Alfonso III se vio obligado a abdicar un año antes de su muerte por la rebelión de sus hijos, que fragmentaron el extenso territorio del Reino de Oviedo quedando Fruela II como rey de Asturias, dignidad desde la que confirmó la donaciones de su padre a la Iglesia de Oviedo y las incrementó, García como rey de León y Ordoño como rey de Galicia. Estos tres monarcas se irán sucediendo unos a otros en el solio leonés, que se irá convirtiendo en el eje de la Reconquista, en el que acabarán por reunificarse los territorios bajo el reinado de Fruela, ya desaparecidos sus hermanos, erigiéndose León en nueva capital y referencia en el avance de la Reconquista hasta que sea preterida por Castilla, en detrimento de Oviedo, que pasa a ser sede episcopal y depositaria de reliquias, destacando entre ellas el Santo Sudario, ampliamente visitadas gracias al Camino de Santiago. La importancia de Oviedo en el Camino queda señalada en el dicho sobre su Iglesia: «Quien va a Santiago y no va a San Salvador visita al siervo y deja al señor».

El fuero de Oviedo y el desarrollo urbano

Se disponen de pocas referencias documentales de la ciudad de Oviedo en el siglo XI, salvo algunas donaciones de monasterios, hasta la llegada de Alfonso VI en 1075, acompañado de un amplio séquito del que formaba parte el Cid, para presenciar la Apertura del Arca Santa. Visita relacionada con el importante flujo peregrinatorio a Santiago, y que entre otras donaciones otorgó el palacio de Alfonso III a la Iglesia para convertirlo en hospital de peregrinos. De esta visita data también el Fuero de Oviedo. Alfonso VII confirmó el Fuero que propició una intensificación de las transacciones comerciales. Coincidiendo con el final de la prelatura del Obispo don Pelayo, se producen las primeras revueltas del conde Gonzalo Peláez quien tendrá en el Castillo de Tudela y en el Castillo de Gozón, ocupado por el Rey en su campaña contra el Conde, dos de sus principales plazas fuertes.

Alfonso IX visitó varias veces la ciudad durante su reinado y confirmó, como también harán los sucesivos monarcas hasta Felipe IV en el siglo XVII, las anteriores donaciones reales. Bajo su reinado se consumaría la transformación de Oviedo en una ciudad mercado, regularizándose por primera vez un mercado semanal y reforzándose el régimen de autonomía de la villa. El territorio del concejo se amplía desde la ciudad y sus arrabales al Río Nora, por documento de 1221. Por su parte Alfonso X, quien reinó desde 1252 hasta 1284, prohibió a los merinos realizar pesquisas sin orden real y concedió a la ciudad exenciones de portazgos, barcajes y gabelas y el privilegio de no pagar fonsadera.

Ambos monarcas amurallan Oviedo, delimitando así un núcleo ciudadano que sin excesivas modificaciones subsiste hasta fechas muy recientes. Fuera de la muralla quedaban los arrabales y varios monasterios fundados por las órdenes mendicantes a lo largo del siglo, como el de los franciscanos y el de las clarisas, mientras la futura catedral, la iglesia de San Tirso y el Monasterio de San Vicente quedaban en su interior. Los oficios artesanos se organizan en cofradías, siendo la más importante la de los alfayates o xastres, que fue dotada económicamente por Velasquita Giráldez, pasando a ser conocida con el nombre de esta noble que con el paso de los años derivaría en la Balesquida. Otras cofradías eran la de zapateros, plateros, peleteros, hortelanos, alabarderos... etc. La regulación del trabajo la llevaba a cabo el municipio, no las cofradías, a través de Ordenanzas, siendo la situación social de los trabajadores urbanos y de los siervos rayana en la miseria. Prueba de ello son la epidemias que se suceden en aquellos años: lepra, pelagra; se conservan unas Ordenazas del año 1274 donde se dispone que los leprosos sólo podían entrar en Oviedo una vez al año, durante el día de la Cruz y únicamente hasta el medio día.

En los postreros años del siglo XIV dan comienzo las obras de la actual Catedral de Oviedo, la mayor parte de las cuales se realizaron durante el siglo siguiente. Durante este siglo se producirán numerosos conflictos de la monarquía castellana con la nobleza regional y local, lo que unido a las ambiciones del Duque de Lancaster acabará dando lugar a la institución del Principado de Asturias.

Bibliografía