Ada Pérez García

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Artista plástica. Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Oviedo (1987). Título de Psicóloga Especialista en Psicología Clínica (Secretaría de Estado de Universidades e Investigación. Ministerio de Educación y Ciencia, 2007), y Especialista en Intervención Social con Mujeres (COP de Madrid e Instituto de la Mujer, 2000-2001).

Con formación en Artesanía Textil (telar alto lizo), Pintura Experimental, Análisis Formal de la Pintura, Diseño Creativo Asistido por Ordenador, Litografía y Grabado. Y asistencia a diversos seminarios y jornadas de arte, como el Congreso Europeo de Estética, «Sociedades en crisis. Europa y el concepto de Estética» (Museo Nacional del Prado, Madrid, 2010).

A finales de los '80, con la obra Oficio de parcas, inicio una investigación plástica centrada en la relación entre la pintura y lo textil. Esto llevó a la revisión pictórica de algunos mitos de la tradición clásica griega y latina, resultando obras como Ariadna en el laberinto, Ariadna y Penélope se encuentran, Ariadna y Penélope vuelven de Nueva York, o Aracné en la oscuridad. Los últimos desarrollos son la serie «Estromas». Trabaja con materiales y pigmentos sencillos, de uso cotidiano, de deshecho o de fácil adquisición, que permiten pintar en casi cualquier lugar, además de los acrílicos, temperas y acuarelas. Básicamente maneja y adapta técnicas y prácticas pictóricas occidentales del siglo XX, incorporando productos y tecnologías actuales.

Con más de 20 años de experiencia profesional como psicóloga clínica, integrante del grupo de intervención psicológica en catástrofes y emergencias (desde sus inicios hasta 2012) y con experiencia como pintora y coordinadora de las producciones artísticas Cacho Sierra desde 1992, en la actualidad está interesada en ampliar el campo de actuación: 1) promocionando la realización de obras «a medida» y por encargo para particulares y coleccionistas, 2) promoviendo la aplicación de las tecnologías psicológicas en el ámbito artístico. Interviniendo tanto en la realización como en el asesoramiento directo a artistas, y demás agentes de instituciones públicas y privadas, para el diseño, desarrollo, organización y producción de proyectos.

Una de las obras de Ada, AMÉN. Por los siglos de los siglos (162x114cm), fue seleccionada en la I Bienal San Lucas de arte contemporáneo para ser expuesta en la Catedral vieja de Plasencia, de 3 de mayo a 6 de junio de 2019.

El indígena
El indígena

Ada Pérez García se nos presenta como pintora materialista y por ello, si no la malinterpretamos, entendemos que sus cuadros, concebidos por ella misma como estromas, como configuraciones del mundo visible que se entretejen encubriendo otras realidades que quedan en el reverso, son representaciones que intentan triturar críticamente una serie de situaciones en las que se anudan ideas éticas, morales y políticas que pasan por ser modelos prácticos de nuestro presente ideológico.

El cuadro El indígena forma parte de la serie que completa la exposición Andrés López de Medrano: imagen, tiempo y realidad, conmemorativa del duocentésimo aniversario de la publicación de la obra de éste, Tratado de Lógica o Elementos de filosofía moderna destinados al uso de la juventud dominicana. No ha sido concebido, por tanto, como un cuadro exento, sino que ha sido pensado para concatenarse con los otros: Medrano Time-Life, La prensa en la Ilustración del s. XIX, La España de ultramar, La España peninsular, Entre la escolástica y el sensualismo y Bio-cartografía de Andrés López de Medrano. Desde el lugar que ocupa en el conjunto apreciamos cómo la América Hispana, en la que se resuelve el mapa-retrato de Medrano, se vuelve hacia sus ancestros precolombinos.

La estampa del indígena, seguramente engalanado para una ceremonia tribal, que adivinamos configurada por los signos primitivos y las manchas abstractas que armoniosamente combinan el azul y el amarillo, podría muy bien evocar, fuera del contexto estromático en el que se inscribe, la nostalgia por una cultura desaparecida. Desde los supuestos del relativismo cultural, que no perdona a los españoles el haber truncado las culturas indígenas en su momento de juvenil apogeo, el nativo empenachado que intuimos sería símbolo a reivindicar como toma de conciencia indigenista que ve en los conquistadores meros depredadores y genocidas.

Pero Ada Pérez no quiere caer en esa maquinación que considera el significado histórico del Descubrimiento y de la Conquista desde el único punto de vista de una moral subjetiva atenta solo a los aspectos psicológicos, lo cual a más de cinco siglos de distancia no es sino un proceder ridículo. La apreciación del significado histórico de ese período solo puede tener lugar en el plano de una cultura histórica objetiva. Y ahí es, donde los estromas representativos de Ada Pérez parece que nos quieren situar.

En efecto, lo primero que llama la atención en los trazos y signos de la composición es que éstos aparecen disgregados, como queriendo ser metáfora de la falta de unidad interna de aquellos pueblos indígenas que hablando diferentes lenguas, adorando a diferentes dioses, teniendo distintas costumbres y maneras políticas no podían, en modo alguno, tener unos de otros una recíproca comunicación. Es por medio de la conquista española, latente en los otros cuadros del tapiz que forman la obra completa dedicada a Medrano, como comienzan a gestarse los principios de una unidad lingüística, jurídica, y religiosa. Y así el discurso pictórico de Ada Pérez, crítico contra quienes se empeñan hoy en mantener intactas las instituciones tribales, quiere subrayar, desde la distancia histórica, cómo las acciones emprendidas por los españoles llevaron, al cabo del tiempo, a una unidad cultural compatible con la mezcla genética propagada por toda la América Hispana ya firmemente consolidada institucionalmente en época de Medrano. Desde la segunda mitad del siglo XVIII en las principales ciudades de la América Española se establecieron organismos como las Sociedades Económicas de Amigos del País, que al igual que la Iglesia y las Universidades, contribuyeron a fortalecer esa unidad cultural común que ya había comenzado a gestarse. Por eso, lo que el «indígena» de Ada Pérez representa no es otra cosa que el reverso mismo que no vemos, esto es, la unidad social y cultural de la América hispana que ha de ponerse en el proceso mismo de constitución de unas relaciones entre las partes de América que se han mediado a través de España. La noción de Hispanidad, que tantas adherencias negativas tiene hoy, cabría reivindicarla precisamente en función de esas relaciones, que a través del español como idioma común siguen teniendo hoy plena vigencia. Carmen Baños Pino

Amén. Por los siglos de los siglos
Amén. Por los siglos de los siglos

Pocas veces tiene la ciudad de Plasencia la gran oportunidad de acoger un evento artístico de las características de la I Bienal San Lucas de Arte Contemporáneo, siendo el mismo un soplo de aire fresco en la vida cultural de la ciudad. Esta muestra tiene por objetivo el potenciar de nuevo el papel de la iglesia como mecenas artístico, apostando por la obra de artistas nacionales e internacionales que recrean su propia visión de la temática religiosa bajo la atenta mirada de las corrientes artísticas actuales.

Una de las artistas congregadas para la ocasión, es la pintora Ada Pérez García con la obra: Amén. Por los siglos de los siglos (técnica experimental mixta, 162x114 cm). El leitmotiv de su trabajo es la investigación y estudio de la relación entre la pintura y lo textil. Usa materiales y pigmentos de uso cotidiano; de desecho y fácil adquisición y emplea, también, acrílicos; temperas y acuarelas. En sus obras, adapta las técnicas y prácticas pictóricas occidentales del siglo XX e incorpora productos y tecnologías actuales.

Antes de realizar el comentario, me gustaría darle las gracias por el ofrecimiento de hacer la crítica de su obra, puesto que conocerla en la muestra, celebrada el pasado 3 de mayo, fue un verdadero privilegio y este encargo es todo un honor, y más aún, por la conversación mantenida delante de la misma y donde surgió la idea.

¿Por qué, de entre todas las obras allí expuestas, detuve mis pasos delante de Amén. Por los siglos de los siglos? No sabría dar una respuesta exacta. Puede que fuera la gama cromática elegida: tonos primarios brillantes y vibrantes, aderezados con el blanco de la tela y el negro de la grafía griega, los cuales ejercieron un fuerte poder de sinestesia: el color como imán de atracción hacia la obra. Quizá la curiosidad producida por el texto griego en la cartela donde se ubica, normalmente, en latín: Jesús Rey de los judíos, y el vano intento de recordar las lecciones de la lengua muerta, aunque no tan muerta como vemos, que se impartían en el instituto y el infructuoso esfuerzo de traducir el texto griego.

La primera vez que estuve ante la obra, debo admitir que la miré sin contemplarla. Antes de tomar conciencia de lo que estaba viendo, pasé por delante como un autómata, consumiendo lo que veía sin atesorar aquello que observaba. Con mi mente obtusa y figurativa, advertí un texto griego y grandes manchas de color primario que llamaron mi atención. Pero, tras la conversación con la propia autora, contemplé la obra en toda su extensión, cambiando mi mirada y percepción adulta figurativa por una más aguda e infantil que comprende mejor las formas abstractas.

Es una obra que está muy pensada y estudiada. Habrá quien afirme que esto lo puede hacer cualquiera en poco tiempo. Pero eso no es cierto. Aquí, la autora recurre al estudio de los textos de los filósofos aristotélicos y tomistas. Éstos son plasmados en la tela mediante la representación de un crucificado al más puro estilo velazqueño con un lenguaje mucho más abstracto. Pero lo que más llama la atención es la vuelta de tuerca, como bien titula Henry James su obra literaria, que realiza del estilo bizantino. Conocer este detalle hizo que acrecentara aún más mi gusto por el cuadro.

Particularmente, considero la plástica bizantina, y en concreto su arte musivario, una de las más bellas y perfectas técnicas de creación artística. Contemplar un mosaico bizantino es como entrar en un trance místico tanto por la belleza de su gama cromática, como por los temas cristianos representados e invita a preguntarse por el proceso creativo de los mismos.

La autora, como ya hiciera el simbolista Gustave Moreau en el siglo XIX, retoma y revitaliza el estilo bizantino, el cual puede sonar a antiguo y de otros tiempos. Crea ese mismo trance místico pero con un toque de frescura gracias a la técnica empleada.

El estilo bizantino más clásico se puede ver en la fragmentación del fondo azul que recuerda a los mosaicos que decoran las bóvedas de la tumba de Gala Placidia. También en la pesada cruz que se pueden contemplar en los iconos bizantinos. Pero, como decíamos, la frescura viene determinada por el uso de materiales encontrados y la ligereza de la tela donde se plasma la crucifixión de Cristo, disminuyendo la rotundez tan característica de dicho estilo.

Tampoco es arbitrario que la autora escoja el citado estilo y lo traslade al lenguaje abstracto actual. En la antigüedad, la cultura bizantina fue custodia de la cultura clásica. Además fue la abanderada de trasladar la rama más ortodoxa del cristianismo por todos los confines de Europa hasta la entrada de los turcos en 1453 en Constantinopla.

Por lo tanto, esta obra: Amén. Por los siglos de los siglos, es toda una oda al pasado y al presente de la temática de la crucifixión y de la estética bizantina. Porque, con un lenguaje más abstracto y actual, revive y revitaliza temáticas y estilos de tiempos pasados que perdurarán por los siglos de los siglos. Justo como la letanía final de las oraciones cristianas: por los siglos de los siglos. Amén. CRÍTICA REALIZADA POR Mª DEL CARMEN RODRÍGUEZ MARTÍNEZ

Cruces, caminos y bifurcaciones
En la 2ª planta de la Fundación Gustavo Bueno, a la entrada del que fue despacho del insigne filósofo español, está instalado el cuadro Cruces, caminos y bifurcaciones (o Itinerario de la Fortaleza II), 114×162 cm, experimental, mixta, hilos de algodón, papel, reversible, 2018. Continuación del homenaje plástico dedicado al filósofo español Gustavo Bueno Martínez, iniciado con Itinerario de la Fortaleza (antes llamado de la Generosidad).

En el anverso de Cruces, caminos y bifurcaciones, destaca la figura que se correspondería con un mapa de carreteras de España y Portugal escala 1:300:000 con un recorrido vital, que se inicia en Santo Domingo de la Calzada y que culmina en Oviedo; o mejor dicho, en Niembro, con las líneas blancas punteadas. La elección cromática rojo, negro, amarillo y blanco y su combinación alude directamente a dos de sus artículos: Sobre la transformación de la oposición política izquierda/derecha en una oposición cultural (subcultural) en sentido antropológico (2010), y La esencia del pensamiento español (1999).

En el reverso de esta composición estromática, señaladas rutas y lugares de ese recorrido biográfico como San Millán de la Cogolla, Logroño, Zaragoza, Madrid, Salamanca (donde conoció a su esposa Dña. Carmen, natural de Mazuecos de Valdeginete), Oviedo, León, Sevilla… Ampliando el «mapa» con referencias directas tanto a dos de sus obras (Ética de la risa, de 1953, y El mito de la cultura, de 1996), como a viajes, legado y repercusión internacional: por España, Creta, ciudades alemanas y austriacas donde presentó El mito de la cultura traducido al alemán por Nicole Holzenthal; Santa Clara, en Cuba, La Habana; o la Facultad de Filosofía de León, en Guanajuato, Méjico.

«La propia etimología de “método” (metha, más allá y odos, camino) nos pone sobre la pista de esa metáfora que compara el camino o trayecto físico que conduce a algún lugar, con el orden sistemático que siguen unos determinados razonamientos. Y la característica común que el “camino del viaje” y el “camino hacia el conocimiento” comparten no es sino la de una racionalidad inherente a la estructura circular de ambos procesos.

»Viajar no es desplazarse sin más, no es ir a la deriva, sin rumbo, ni norte. Eso sería pura aventura. Viajar es cumplir un itinerario prefijado que ha necesitado de mapas, de brújulas, de astrolabios, de observaciones precisas. De todas las vías posibles, el viajero elige la más segura, el camino mejor que le permitirá regresar y será norma para futuros viajes. Viajar no es mera conducta al azar, sino actividad racional.

»Además, viajar no es sólo ir, es también regresar. Regresar es tan importante como haberse alejado del punto de partida, porque el viaje está destinado a volver a él. Esa es la razón por la que el viajero, a la vuelta, cuenta su viaje. La importancia de contar el viaje, que ha configurado el género literario de los “libros de viajes”, explica porqué a los mensajeros griegos o “embajadores sagrados” que un estado enviaba a otro se les llamaba theoroi, viajeros que “van para ver”. Precisamente esos protagonistas viajeros, que han observado y después contado lo que han visto, son quienes han conformado un canon de viaje que no sólo dice alejamiento, sino también toma de contacto con otras gentes y lugares, y, sobre todo, retorno.

»Es esta estructura circular del viaje canónico como institución cultural la que guarda analogía con los procesos de conocimiento objetivo cuya estructura dialéctica se acoge al doble camino del regressus y progressus. Porque a semejanza de los viajes, también los distintos métodos que llevan a un conocimiento seguro siguen ese canon circular que da forma a toda construcción racional.» (Carmen Baños, De los “viajes interiores”, El Catoblepas, n.º 157, marzo 2015) Ada Pérez García

Enlaces de interés

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